Magazine Cervantes Vol. 9: Actualidad

[Cervantes Magazine - Vol. 9]


Cómplices, de una manera u otra



No tiene límites, su avance es descomunal; arrasa con todo lo que se le pone enfrente. Como en cada aspecto de la vida, tiene admiradores y detractores. Algunos la veneran y otros no paran de aborrecerla. Sin dudas, que Doña Tecnología deja a más de uno sin palabras.

En este artículo intentaré demostrar, cómo la vedette de nuestra era, en determinadas situaciones, puede ser nuestra mejor amiga o al mismo tiempo, ser la pala que cavará nuestra propia tumba.


Tanto ha cambiado todo, en tan poco tiempo. Parece que fue ayer, cuando a mis 15/16 conocía una señorita, le pedía el número de la casa y desesperado llegaba a mi departamento, rogando que nadie estuviese ocupando el teléfono. Sras, Sres era una proeza en esa época, encontrar el teléfono fijo desocupado. Cuantas peleas familiares habrán sido iniciadas por un grito como: “Cortaaaaaaaaaa el teléfono! Llevas una hora hablando y necesito hablar con tu tía!!”

Sí sí, lo sé. Aquellos que hayan vivido su adolescencia por los 90’s, saben de lo que hablo.

O a cuántos de nosotros nos pasó, rezar tres avemarías y un padre nuestro antes de cada llamada, implorando que no respondiera el padre de la susodicha. Y si atendía el padre, obviamente se cortaba la llamada instantáneamente, no se emitía palabra. Era ley entre los conquistadores de esa época, aunque nadie la mencionara, todos hacíamos honor a ella. Si atendía el padre, PLAF! Un solo golpe seco.

Cuantas veces, conseguimos el teléfono de esa chica, que era el amor de nuestras vidas, con la cual soñábamos el cielo pero la cual ni siquiera nos registraba. Llamábamos a la casa con el solo fin de escuchar un “HOLA” y cortar a los dos segundos. Esos éramos verdaderos románticos, llamábamos 114 veces por día para escuchar una palabra solamente cortando la comunicación inmediatamente, temerosos e inseguros.

Tanto ha cambiado todo. En esta época es más simple, se eliminaron aquellos molestos intermediarios, como el padre o madre que nos obligaba a terminar una conversación porque la factura de teléfono a fin de mes venía demasiado abultada. Ahora es más simple, directamente ya el sonido de la voz no es necesario. Uno se mensajea y demuestra sus sentimientos a través de dibujitos extraños. ¿No es genial?

Uno ya no tiene que soportar esa incomodidad de tocar el timbre para conquistar a aquella pretendiente. Esos momentos donde teníamos que sacar a relucir todos los modales que nos inculcaron, con el fin de impresionar a aquella madre o a aquel padre. Ahora, a través de una simple app, con solo dar un corazón a una pretendiente y un par de mensajes, el 50 % de la conquista ya está cumplido.

Ya no esperamos horas y horas sentados, por esa llamada tan anhelada, la cual nos hacía latir el corazón cuando escuchábamos ese añoso Ring Ring. Ahora nuestro sentido del humor depende de si nos “clavó el visto” o no. O solemos enfurecernos porque la hora de la “última vez de conexión”, no es la apropiada. Pobre santa, quizás llevó a su abuela al médico a las 4 de la madrugada.

En esta época, eliminamos todos esos pasos innecesarios y vamos derecho al asunto, a lo que realmente importa. Quemamos todo tipo de etapas, porque todo avanza tan rápido, que en este mundo nadie tiene tiempo que perder. Cuántos abrazos o besos, se habrán desperdiciado por tener los ojos obnubilados en un equipo, que todos llamamos celular.

Cómo ha cambiado todo! Las relaciones se ven realmente afectadas por la tecnología. Me pasó a mi personalmente el tener que terminar una relación porque a través de Facebook o Whatsapp nos vivíamos peleando mi pareja y yo. En el día a día, en el cara a cara nos llevábamos genial, pero por celos a vaya a saber uno porque, cuando nos comunicábamos mediante Face o Whatsapp, no demorábamos dos minutos en “prendernos fogata”.

La tecnología no solo se metió debajo de las sabanas de una relación, también hizo mella en la niñez.

Lejos quedaron las épocas de amigos en el barrio, esa niñez donde se pisaba la casa, solo para desayunar, almorzar o cenar. En ese tiempo se transpiraba en la calle. Se jugaba a las balitas, al yoyo, al trompo, a las escondidas, al primero sin tocar, a la casa del árbol, etc. Se ensuciaba la ropa con sentido. Se visitaban cañaverales y para los más audaces, siempre había una casa abandonada donde no faltaban historias de terror por contar. Ahora todo eso está a la mano de un aparato. Los niños tienen tantos juegos a su disposición, que ninguno resulta realmente divertido. Me duele por ahí ver a mi hermano más chico y que no conozca un buen reto o cachetón, por haber perdido la noción del tiempo jugando en la calle y volver 4 horas después de lo esperado.

Seguramente que la tecnología plantea muchas soluciones. Que obviamente es necesaria y que su avance logra objetivos impensados hace un tiempo atrás. Pero todo en su justa medida. No dejemos de lado aquellas costumbres que nos unían. Que hacían reírnos o llorar por un buen tropezón. Si miras bien, el sol siempre está afuera esperando, cada día anhelando que vos o algún hijo tuyo salga a jugar con él. No perdamos eso. Soy pro tecnología y me maravillo diariamente con ella. Pero que ocupe el lugar que tiene que ocupar, que no nos ocupe el 100% de nuestras vidas.

U5dttmwaUEV4mEMBndhs284ZmAqpb13_1680x8400.png


Espero que estén pasando un lindo día.

La firma y portada, fueron ejecutadas por @senoralonchafina.

Edición: @nelyp

Corrección: @juanmiguelsalas

Abrazo grande comunidad!

[Volver a Portada]


H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
18 Comments