"#miprimerconcurso 4" entrada # 1 Relatos cortos de una mente inocente

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Aun recuerdo ese día, me embriague en el aroma a manzanilla que me dio calidez en el pecho a medida que lo tomaba, me senté a esperar con mis primos mientras lo disfrutaba.

Fué un 11 de Septiembre de 2001, la casa se sentía sola, vacía, a pesar de que habían demasiadas personas en ella; caminaban y hablaban pero ellos realmente no estaban.
Ausentes se reunían por grupos, mi tías organizaban todo y siempre llevaban un collar con una cruz en las manos, repetían lo mismo una y otra vez, susurraban lo que se sabían de memoria... no se miraban; entendía poco de lo que decían, se turnaban para ir con nosotros, los niños para cuidarnos.

Mi familia es grande así que siempre hemos sido como un pequeño ejército donde la casa de mi abuela es el cuartel general y la bebida esa semana fue té de manzanilla en cantidades industriales, dicen que te calma la mente y el alma, o bueno eso decía mi abuela.
Sentía que ganaba independencia con el paso de los días, papá me ayudaba cuando comía a que mi desastre fuera mínimo y mi hermana me “cuidaba” todas las tardes cuando regresaba del colegio pero la verdad es que yo ya tenía edad para creerme una Reina sin necesidad de pedir ayuda para que me abotonaran el vestido o me subieran el cierre cada vez que me lo cambiaba y podría decirse que duraba una eternidad con cada uno si duraba más de 10 minutos con el mismo. Pero mi “independencia” duró 9 días.

Mi mamá encontró refugio en mí, en mi vida de fantasía en mi imaginación donde podíamos recrear e inventar cualquier cosa que quisiéramos, y así fue creciendo mi armario y por supuesto mi historial de cuentos, mi propio universo compartido. De a ratos a mi mamá se le salían algunas lágrimas, yo las besaba, lo que es la inocencia de los niños…
Aún recuerdo cuán hermosa se veía mi abuela tras el cristal, con su vestido favorito, durmiendo apaciblemente con las manos entrelazadas, y también recuerdo cada abrazo eterno de mis familiares que pueden detener el tiempo en una muestra de apoyo que sólo las personas que han vivido lo suficiente entienden, y con “vivido suficiente” no me refiero a los años; Tarde meses en darme cuenta de que ella no volvería, aún me embriago con el aroma a manzanilla, me sigue dando esa calidez parecida a los abrazos de mi abuela, y me siento a esperarla, a veces nos encontramos en los pasillos donde una vez estuvimos juntas, en las mecedoras que amaba, intercambiamos historias tontas y chismes de mi abuelo cuando se va de cacería, incluso a veces debo regañarla para que no haga tanto ruido en la cocina.

Cada 11 de septiembre nos sentamos y nos ponemos al tanto, ella no me ha dejado, sólo se ha vuelto etérea.

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