Os traigo un cuento publicado en concurso cubano, de temática libre y que debía tener una extensión máxima de 5 folios a doble espacio por una cara.
Trata sobre el reparto de riquezas, las dificultades de la gente con menos recursos, el racismo, la xenofobia, la tolerancia, la comprensión, la empatía, el desinterés y buen fondo de ciertas personas.
"En los confines del mundo se ubicaba un reino que poseía las mayores riquezas imaginables. Los abundantes y bonitos castillos tocaban las nubes, las carreteras estaban hechas de oro y los vehículos fabricados de piedras preciosas. De los árboles brotaba cualquier tipo de comida que pudiera apetecer…: pato a la naranja, cochinillo con manzana, hamburguesas con patatas fritas, pizzas, helados, tartas…; podías servirte indiscriminadamente.
Y es que este lejano reino poseía un secreto: en la cima de su montaña más alta había un lago mágico, donde según contaba la leyenda cada persona podía pedir tres deseos que le eran concedidos.
Los habitantes de este reino, que tenían todos el pelo de color rosa, eran personas egoístas ya que todos los deseos que pedían iban encaminados a enriquecerse, a pedir cosas extravagantes para su reino o a multiplicar sus riquezas. No estaban acostumbrados a ver a gente de otros reinos porque su reino, aparte de que estaba muy lejos del resto de reinos, estaba rodeado por diversos peligros y pruebas: primero un ancho río lleno de cocodrilos, luego una gran muralla de 50 metros de alto que bordeaba el territorio y para finalizar, un laberinto a la entrada del reino, por lo que nadie ajeno al reino había conseguido llegar a entrar y pedir los deseos.
Muchos habitantes de otros reinos lo intentaban: la tribu de los que llevaban por camisa un saco de patatas, la de los que tenían los pies muy grandes, la de los que se besaban los codos mutuamente para saludarse y la tribu de los que iban pintados por todo el cuerpo con lunares blancos y rojos; hasta entonces ninguno de ellos lo había conseguido.
Un día el pequeño Jacky de la tribu de los lunares blancos y rojos, decidió que tenía que intentarlo porque su reino, al igual que muchos otros reinos era pobre y casi no tenían ni para comer.
Con el duro trabajo de meses consiguió fabricar una pequeña barca con la que pasar el río de cocodrilos. Se despidió de su familia y de su pueblo, prometiéndoles un futuro mejor, y se embarcó en el río.
Tras horas de navegación y casi llegando a la otra orilla un grupo de cocodrilos le cortaba el paso. Los cocodrilos empezaron a zarandear la barquita y Jacky se asustó. Los cocodrilos preguntaron que por qué quería pasar el río y Jacky contestó llorando que su pueblo se moría de hambre y que quería pedir tres deseos para hacer de todos los reinos, incluyendo el suyo, un mundo mejor. Los cocodrilos pararon de intentar tirar al niño para comérselo y sorprendidos le contestaron al joven que era la primera vez que alguien quería pedir algo de manera sincera por el bien común así que le dejaron pasar.
Llegó al muro de cincuenta metros y empezó a escalarlo y unos cuervos empezaron a intentar picotearle las manos. Preguntaron lo mismo que los cocodrilos y Jacky les contestó exactamente lo mismo. Los cuervos, sorprendidos también, ayudaron a Jacky a sobrevolar el muro y depositarlo suavemente en tierra firme.
Llegó al lúgubre laberinto de enmarañadas zarzas y conforme pasaba los minutos caminando sentía que todos los caminos llevaban al punto de partida. Agotado se sentó en el suelo y empezó a llorar; estaba a punto de rendirse y dar media vuelta cuando uno de los setos, para su sorpresa, comenzó a hablarle, peguntándole lo mismo que los cocodrilos y que los cuervos. Jacky le contestó que quería una oportunidad para hacer del mundo un sitio un poco mejor. El enmarañado y espinoso arbusto desenterró sus raíces para darle paso a Jacky hacia la salida del laberinto.
El pequeño entró al reino y quedó asombrado por tanta riqueza y tanta abundancia de todo. También atisbó que la toda la gente del reino le miraba raro; algunos con expresión de miedo, otros se burlaban de él e incluso algunos le miraban con ira. Nunca habían visto a nadie de otros reinos y los lunares blancos y rojos les incomodaban a los habitantes de los pelos rosas.
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Jacky se sentía un poco discriminado y aunque se percató de que todos ellos tenían el pelo rosa, no le dio ninguna importancia y se fijó su objetivo; llegar a la cima de la montaña y pedir los deseos.
Tras horas de ascenso y ningún tipo de ayuda por parte de los habitantes del reino, alcanzó la cima sudando y muy cansado. Los habitantes, que no le habían ayudado, contemplaban como el niño de lunares iba a ser el primero de fuera del reino que pidiera deseos, y con cierta envidia, aunque ellos ya fueran muy ricos, imaginaron la cantidad de riquezas que iba a pedir para sí.
Sin embargo, la sorpresa de todos los presentes fue grande cuando el primer deseo de Jacky iba a ser que las fronteras de todos los reinos se unificaran y que desaparecieran el ancho río, el alto muro y el lúgubre laberinto.
El segundo deseo iba a ser que, ya que se había sentido algo discriminado al llegar a este reino por tener lunares blancos y rojos en vez del pelo rosa, decidió que para que nadie más volviera a sentirse mal o se criticara a alguien por su exterior, a partir de ahora cada individuo de cada tribu distinta iba a tener un poco de todas: el pelo rosa, la camisa de saco de patatas, los pies muy grandes, la costumbre de besarse los codos para saludarse y lunares rojos y blancos por el cuerpo.
Y el tercero iba a ser que, ya que el lago de los deseos estaba mucho más lejos de todos los reinos que de éste y éste era el único que se beneficiaba de su magia, desapareciera de la cima de esta montaña y apareciera a medio camino de todos los reinos y en un sitio de fácil acceso para cualquiera.
Y así fue como gracias al pequeño Jacky todos los reinos se unificaron y se sintieron iguales unos a otros, sin diferencia alguna.
Vivieron felices y comieron dulces y sabrosas tartas de los árboles."
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Gracias por vuestra lectura.