Meditando en Versos (3era Edición) / De polvo eres y en polvo te convertirás

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Sobre el primer versículo en referencia (Eclesiastés 9 4:5), se podrían decir varias cosas y la más evidente es que el que vale de verdad es el que está vivo y el que no vale para nada en absoluto es el que ya ha fallecido.

Es muy simpática la comparación de un perro vivo con un león muerto. El primer animal, aunque de aspecto humilde, más aun si se trata de un chihuahua o de un simple criollito chaparro, puede que sea nuestro amigo fiel, la campanita de la casa, el que avisa cuando alguien toca la puerta, el que cuando llegas a tu casa celebra de la alegría con ladridos y saltos, lo que quizás no hace ninguno de tus familiares.

El león muerto hace alusión a que en el pasado fue un animal fuerte y poderoso. Por algo le llaman el “rey de la selva”. Pero, si ya está muerto, su reinado ya pasó y sus restos físicos se convertirán en el polvo de la tierra.

Los antiguos egipcios, sobre todo las clases gobernantes, se resistían a la muerte y por eso eran enterrados en tumbas fabulosas colmadas de tesoros. Incluso en nuestros días todavía hay personas a las que después de muertas sus tumbas son tratadas como viviendas. A veces eso se ve cuando mueren políticos de alto renombre, muy a pesar de todos los abusos que cometieron.

Pero, al igual que el león muerto del versículo, el que se murió pasó directo a formar parte del polvo del que fue hecho. Y todo eso nos invita a ser mejores seres humanos, porque no debemos desperdiciar nuestras vidas viviendo permanentemente en la maldad.

Sin embargo, las personas que nunca mueren son las que llevamos siempre en el corazón y eso se debe a que ellos dieron sus vidas por el bien de los demás.

Invitación: @nexcis, @lirvic, @norat23
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