54° CONCURSO DE REDACCIÓN DE HISTORIAS. / ¡Noche de campamento!

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Imagen diseñada en PowerPoint/ F


José, es un dirigente Scout, con muchos años de experiencia a cargo de jóvenes entre 16 y 20 años. Cada sábado se reúne con jóvenes de su grupo, vienen practicando para un campamento en las montañas de la Sierra de Perijá. Aurora, Olga, Carlos y Evangel son los más antiguos y los que tienen más experiencia en estas actividades; por su parte, Alexa, Jesús, Camila, Enrique y Nathalie son los más nuevos. Todos emocionados están listos para emprender su gran aventura de 5 días.

El transporte los deja en Machiques, de ahí un transporte los llevaría hasta la comunidad Yukpa de JAPARA, ahí pernoctaron y al otro día, el guía los lleva hasta la Meseta de Kunana, a una Altitud de 1.130 msnm. Luego de 6 horas de camino y faltando una hora para llegar a la meseta, se empiezan a formar nubes muy oscuras y el viento cada vez es más fuerte, la temperatura desciende rápidamente, el guía dice que deben apurar el paso o les caerá la tormenta...

Las primeras gotas sonaron espaciadas en las copas de los árboles y daba la impresión de que no se atrevían a bajar hasta el suelo, sin embargo, después de un alucinante relámpago y un trueno ensordecedor, comenzó a caer un despiadado aguacero que oscureció el ambiente y les impedía observar el panorama. El guía encendió una linterna que extrajo de su mochila y les dijo que caminaran aprisa hasta una cueva que se hallaba a pocos metros de donde estaban.

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Una cueva... / F

Cuando encontraron la entrada de la oscura caverna, todos estaban empapados y el frío amenazaba con dejarlos paralizados, sin embargo, se sintieron protegidos por aquella oquedad natural; se colocaron muy juntos a fin de proporcionarse un poco de calor y se dispusieron a esperar que pasara la tormenta para decidir si continuaban caminando hasta la meseta o suspendían esa excursión para la que se habían preparado por varias semanas. Fue entonces cuando sintieron, con inquietante nitidez, el llanto del niño que provenía del fondo de la cueva.

Los once caminantes se miraron sorprendidos las caras por un instante y José, el dirigente Scouts que era el responsable de aquella expedición, intentó decir algo para mantener la calma, pero ya Aurora y Camila habían salido corriendo con el guía hacia el sitio de donde emergían los desesperados sollozos. A los demás no les quedó más remedio que ir detrás de ellos y casi todos llegaron al mismo tiempo a la inmensa piedra en forma de batea en la que un bebé de piel cobriza y pelo muy negro lloraba con inusitado ímpetu, pero parecía estar en buenas condiciones de salud.

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Llanto del niño/ F

Aurora lo levantó en seguida, lo acurrucó en sus brazos y le puso en los labios un pañuelo empapado en agua, mientras que Camila le limpiaba con su bufanda los lamparones de polvo que tenía en el cuerpo; el resto del grupo, en cambio, se encontraba anonadado, sin atinar a decir ni hacer nada ante aquella imprevista situación.

Después del desconcierto inicial, el primero que habló, para señalar que aquello le parecía sumamente extraño, fue el guía. La comunidad indígena de Barí, la más cercana que se encontraba a la cueva, protegía con devoción a sus niños, por lo tanto, no creía que el pequeño perteneciese a esa población. El grupo de Scouts, sin embargo, estuvo de acuerdo en que debía ir hasta ese lugar en búsqueda de alguna información que les aclarara aquel misterio. Y de inmediato se pusieron en camino, porque extrañamente, el mal tiempo se había disipado por completo durante los minutos que estuvieron en la gruta.

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Se cumplió la profecía/ F

Cuando llegaron al lugar donde se radicaban los Barí, fueron recibidos con curiosas muestras de alegre simpatía por los pobladores que se encontraban fuera de sus casas de madera en sus cotidianas labores de agricultores; sin embargo, en cuanto estuvieron cerca de los expedicionarios adoptaron de manera abrupta una solemne actitud y los condujeron luego hacia una colorida edificación que se encontraba en lo alto de una pequeña loma. Allí, sentado en un amplio sillón, el anciano de largas barbas se levantó de inmediato en cuanto los vio entrar, tomó luego con suavidad el niño que Aurora tenía cargado, lo levantó hacia el cielo y exclamó con el tono reverencial de su sentenciosa voz lo siguiente:

"Las profecías más antiguas que contaban nuestros ancestros aseguran que un grupo de foráneos entraría al pueblo, durante el último mes del año, con el niño que nos salvaría para siempre de todas nuestras penurias. Hoy, al fin, se han cumplido esos augurios. Es hora de celebrar por un tiempo nuevo".

Después de cinco días de celebración con el pueblo Barí, el guía y los scouts regresaron a sus predios sin comprender a ciencia cierta qué había pasado.




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Invito a los amigos:
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