Dibujar los miedos (cuento infantil)
¿Qué mar era este que al llegar la noche desaparece y al llegar la mañana, sí podemos tocar? Se preguntó el hombre sin entender nada y con muchas ganas de llorar. Gaviotas rumbo al poniente lo hicieron su mirada alzar. Nada sabía el hombre de la vida, ni de las flores o de la fauna, sin embargo siguió su transitar.
En un punto, se detuvo el hombre maltrecho de tanto viajar; encorvado en su bote, se estuvo quieto, entre los helechos, la arena y la sal. Allí, sentado en la embarcación, se filtraron los sonidos que los peces hacían en lo profundo del mar. En el sueño, alguien le hablaba y lo invitaba a dejarse abandonar: pesados eran los problemas del mundo para que él pudiera con ellos terminar.
Pero vino el mal convertido en culebra y el hombre lo quiso eliminar. Hombre y culebra se enfrentaron en una guerra de nunca terminar. Mordida tras mordida, golpe, tras golpe, el hombre sintió que debía renunciar. Así que sin fuerzas y sin aliento, se debió resignar: los problemas y el mal en el mundo eran más grandes que él y entendió que un solo hombre no los podía eliminar.
En ese instante que el hombre iba a rendirse, de la nada se pudo despertar. Asustado y sudado, sentado en la cama, no lograba pensar. Y así pasaron los días, los meses, los años y el hombre aturdido en un eterno recordar; y aunque hizo lo imposible y tuvo otros sueños, de esa imagen no se lograba zafar. Allí en su mente un bote, una gran culebra y el mar, vuelven una y otra vez, sin él poderlo evitar.
Pero un día, alguien le dijo, que para combatir los miedos los podía pintar. Y vino el hombre y pinto una barca, una culebra muerta y la mar. Pero también le puso pájaros, manglares, arena blanca, un cielo azul de mucha intensidad. Y a medida que el hombre pintaba, sintió que de sus miedos se podía liberar y empezó a ser más fuerte, más valiente, más feliz y más capaz. Porque el hombre, cuando siente miedo, puedo escribirlos o los puede dibujar.