Fuente
Los viajeros le decían que se fuera de esas soledades, que ella estaba muy vieja para vivir sola.
Pero ella decía que no, que su hijo Esteban le prometió venir a buscarla un día:
_Ese es diferente, él vendrá por mí, y cuando venga me encontrará aquí, viva o muerta, pero aquí en la casa donde lo parí.
La gente se reía, y seguía su camino sin hacerle mucho caso.
Ese día estaba más caliente que nunca, el sol razguñaba la tierra, cuando de súbito arrancaron los truenos, y la lluvia comenzó a caer; desamarraba la yegua para llevarla al corral, y notó que estaba muy inquieta, no se dejaba llevar:
_Entonces la soltó y echó a correr, atravesó unos matorrales y se perdió de su vista.
María sacó su traje de salir de su baúl, se vistió rápidamente, preparó una cesta, y se sentó a esperar a la yegua.
Al cabo de un rato un hombre alto y bien vestido la traía de las riendas; se paró frente a la casa y le dijo:
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Él la montó en la yegua sin decir más palabras, y echaron a andar, como si fuera cosa de rutina.
Cuando pasaron por el pueblo la gente miraba incrédula, al final, cuando solo el polvo del camino la despedía, volteó por última vez, y dijo:
Yo se los dije, incrédulos, Esteban no es como los demás.
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