Desde ese modo, el "Parque del Este" de Caracas, sitio predilecto de los amantes del running, vio como su caminería de dos kilómetros y medio, y sus zonas verdes (hogar de grandes árboles tropicales) eran saludados, así como si nada, por simpáticos robots de diferentes tipos y colores.
Foto propia
Teresa corrió durante muchos años con Roberto, su esposo, pero luego de la separación tenía que hacerlo sola; eso también la empujó a adquirir a Rafael, no superaba lo del divorcio, un trauma que ningún terapeuta lograba solucionar. Tere estuvo a punto de no ir más al parque, solo para no verlo correr al lado de esa muchachita con la que se puso a vivir, pero él no fue más al parque para no herirla más y se fue a entrenar para el Ávila, de ese modo no hubo más encuentros incómodos.
Roberto no era un corredor de gran nivel, pero tampoco era malo. Sin embargo, la nueva novia sí era muy buena:
-Bueno, es normal que me gane, ella es mucho más joven, yo puedo estar en el podio de las máster, ella no figura para nada en su categoría, se decía Tere, para dentro de ella misma, mientras hacía unas series de 400 metros.
Pero en verdad le quería ganar, para eso estaba entrando como nunca, rompiendo la brújula de la sensatez.
Ya este era el décimo "CAF" de Teresa, el maratón más importante de Caracas, como se había prometido, este sería el último de su carrera, luego haría otras carreras, pero no más maratones, y no se iba a despedir perdiendo con esa muchachita.
Es el día de la carrera, Caracas se detiene para CAF, toda la ruta demarcada, puestos de hidratación, ambulancias, sonido, corredores nacionales e internacionales, huele a nervios, a 42 kilómetros de adrenalina y sudor de gladiadores del asfalto.
Y allí, de madrugada, están Teresa y Rafael de primeros, él le recuerda todo: las trenzas, el gel, la crema, y sobre todo el ritmo de carrera "Recuerda que vamos a ir cinco minutos el kilómetro, no sobrepases ese ritmo, o lo lamentarás en los últimos Kilómetros".
Y en verdad ella estaba mentalizada para eso, le respondió con cariño: "Tranquilo, Rafa, yo sigo el plan".
Todo corredor que usaba un robot tenía que inscribirlo formalmente en la carrera, y tenía su número, Rafael lucía muy bien con su uniforme, y como sus movimientos eran tan humanos, se confundía con un corredor más.
Y arrancó la carrera, Teresa va como estaba planeado, a cinco minutos por kilómetros, ya solo le faltan diez para terminar, si sigue a ese ritmo seguro que ganará en su categoría, pero pasó lo que tenía que pasar; allá, a unos veinte metro delante de ella va la muchachita, con sus glúteos vibrantes, su paso de gacela, su pelo retador al aire, como diciendo "imposible que me pases".
Foto propia
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Faltan solo cincuenta metros, y Teresa con movimientos casi espasmódicos la pasa, bracea, siente que se va a desmayar, hace el último esfuerzo y atraviesa la meta con dos cuerpos de ventaja.
Despierta Teresa a los pocos segundos en los brazos de dos paramédicos, toma un poco de agua, siente que puede sostenerse por sí sola, busca rápidamente con la mirada a Rafael y no lo ve, se angustia y corre a buscarlo, y allá, recostado de un árbol está, extrañamente estático:
-Rafael, háblame - le dice ella preocupada -lo logramos.
Pero Rafael no contestó, simplemente hizo silencio, fue cerrando sus ojos y se desplomó.
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