Lunes de escritura/ "Lucía, el Abuelo y el Ratoncito Pérez" -cuento-

Lucía, el Abuelo y el Ratoncito Pérez


Esa noche cuando Lucía Valentina, su única nieta, emocionada porque se había sacado su primer diente, le preguntó: “¿Abuelo, de dónde viene el Ratoncito Pérez?” él estuvo a punto de decirle que aquello solo era una leyenda para ilusionar a los niños y que seguramente tenía como propósito hacer que los pequeños se olvidaran de las molestias de la extracción para que pensaran nada más en el regalo que les traería el imaginario roedor. Sin embargo, ante la candorosa expresión de Lucía, decidió apelar a los datos históricos que recordaba para no sentirse culpable de arruinarle sus infantiles expectativas:

-El Ratoncito Pérez vino desde España -dijo el Abuelo, mientras Lucía lo escuchaba con especial atención. Desde allá también nos trajeron la lengua que hablamos, algunos de nuestros juegos más populares, canciones, tradiciones y muchas otras cosas.

-¿Desde España, y España es lejos, Abuelo?

-Sí, hija, España queda muy lejos, en otro continente…

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Fuente

En cuanto terminó de hablar con el Abuelo, Lucía Valentina se fue a su cuarto porque había llegado la hora de acostarse. Después de colocar el diente debajo de la almohada, puso su cabeza y en seguida se quedó dormida. Solo habían transcurrido algunos minutos, cuando comenzó a soñar que el Ratoncito Pérez estaba en su cuarto con la intención de llevarse su diente de leche y dejarle una moneda.

No se trataba de un ratón cualquiera. Su pelaje era gris claro, casi blanco, tan hermoso y tan suave que provocaba acariciarlo. Vestía una camisa de cuadros azules, una chaquetita verde y un pantalón también azul, aunque más oscuro que la camisa, y sobre la cabeza llevaba una pequeña gorra que combinaba con la reluciente chaqueta. En la mano izquierda cargaba un bolso marrón, donde, imaginó Lucía, guardaba los dientes y tenía las monedas.

-Buenas noches, Ratoncito Pérez, cómo estás; -dijo la niña en seguida.

-Buenas noches, Lucía Valentina -contestó el visitante- ¿Y tú por qué aún estás despierta?

-Me desperté cuando entraste, pero no importa, haz lo que viniste a hacer.

-No, no, es que tú debes estar dormida para yo realizar la misión que me trajo hasta aquí. Así no puedo.

-Entonces espera un momento que me dormiré otra vez, no te vayas a ir; pero antes contéstame algo: ¿es cierto que tú viniste de España?

-Sí, es cierto –respondió el Ratoncito Pérez y exhaló un largo suspiro-. Yo vivía en Madrid, una ciudad muy grande, en una confitería que estaba, y quizás todavía está allí, en la calle Arenal, número ocho.

-¿Y por qué te viniste para acá? Interrogó Lucía haciendo gala de su proverbial curiosidad.

-Te lo contaré. Respondió el famoso roedor, dándole a entender a la niña, con la entonación de su voz que no le quedaba más remedio:

Cierto día, allá en Madrid, cuando me encontraba cerca del mostrador de la confitería mordisqueando unos apetitosos dulces, escuché a un hombre que había visitado este país, hablando maravillas sobre las bondades de su clima, sobre animales de hermosos colores que se desconocían allá en España, de ríos inmensos, de mares prodigiosos con abundantes recursos para alimentar el mundo entero, de montañas tan antiguas como el mismo universo, de riquezas extraordinarias, oro, plata, perlas… pero lo que más me llamó la atención era lo que contaba de sus pobladores: toda la gente -aseguraba el marinero- era alegre y bondadosa, sin malicia alguna con sus semejantes; tanto así que todos parecían niños. Al escuchar tantos prodigios en un solo lugar, no lo pensé dos veces, tomé un barco y me vine a tu tierra que ya es también mi tierra.

Apenas terminó de hablar el Ratoncito Pérez, Lucía Valentina le dio las gracias por haberle contado sus extraordinarias experiencias y soñó que se volvió a dormir. Al otro día, con una emoción indescriptible porque había encontrado una moneda debajo de su almohada, Lucía le relataba a un Abuelo extrañado y admirado por las cosas que su nieta sabía, de dónde exactamente había venido el Ratoncito Pérez y cómo fue su travesía para llegar hasta este territorio.



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