Este articulo fue escrito en el 2015, se los comparto.
El día sábado en la Plaza Francia de Altamira a eso de las 9:00 de la mañana, hora de la ciudad capital de Venezuela. Estaba esperando que se hicieran las 9:30 AM para que llegara alguien para subir a mi destino: Sabas Nieves, mejor conocido como el cerro del Ávila. Como llegué un poco más temprano de las 9, decidí tomarme mi tiempo de visualizar una vez más, aquella plaza que tantos recuerdos me traen… Esa, donde siempre me solía suceder cosas extrañas, divertidas, románticas e incluso peligrosas. Luego de captar con todos mis sentidos el ambiente de aquella plaza, donde se encontraban todas mis emociones, tomé la decisión de ocupar un banco para mi sola; ahí donde el sol no llegaba, donde la brisa me abrazaba y donde nadie molestaba. Saco de mi bolso, “Hiroshima” un libro que comencé a leer hace un par de días; Recomendado por mi profesor de ecología, y como yo no pierdo tiempo, decidí comenzar a leerlo, trata de la bomba nuclear en Japón en 1945.
El punto es… ¿En dónde quedé? ¡Ah ya! Estaba en aquel banco recostada de lo más cómoda, la lectura iba por una parte bastante interesante, dolorosa y gráfica. Cómo la bomba había afectado a los ciudadanos y cómo ellos hacían hasta lo imposible para salvar sus vidas… Estaba dentro de la lectura, podía percibir todo lo que ocurría en ella hasta que, alguien me saludó por encima de mi libro y del susto caí al suelo. Al levantar la mirada y reponerme de nuevo al banco acostada – porque no tenía intenciones de dejar de leer mi libro – era un señor canoso, con una camisa de vestir azul marino con flores blancas que la adornaban. Él lucía un poco sucio y descuidado. Al ver su cara de asombro por mi susto le pido disculpas, a lo que él me las acepta y de igual manera, me pide disculpas por interrumpir mi lectura.
El mendigo muestra interés en mi lectura y me dice:
– ¿Qué estás leyendo? – Hiroshima – le respondo – Trata de la bomba nuclear en 1945 – Así esMe sorprendió un poco cómo alguien que pasaba sus días en la calle, podía saber sobre esta lectura, cuando ni yo sabía sobre ella - lo subestimé - Pero claro, yo solo tengo 20 años de edad; Él parecía tener unos 60 años – y si los tenía – El loco comienza una interesante y divertida conversación de esta manera:
– A pesar de ser un loco sé muchísimo de lectura, me encanta leer soy fanático de la lectura. ¿Y cómo alguien tan hermosa le gusta leer? Me siento orgulloso de ver mujeres como usted. Dígame algo ¿sabía usted que Estados Unidos estuvo un tiempo como nosotros? Pues sí, señorita… Los muchachos estaban por la calle con un periódico bajo el brazo buscando empleo. Ellos nunca fueron así como hoy en día los vemos, este país tiene futuro después de la tormenta viene la calma.Realmente, desconocía un poco de EEUU y su situación de años atrás. La política nunca ha sido de mi interés pero quise seguirle la corriente al mendigo porque, sentía que no debía darle la espalda, sentía que él necesitaba hablar con alguien y ahí estaba yo. La lectura podía esperar. Dejé de estar recostada y me senté en el banco con mi bolso entre las piernas. Mientras el mendigo se incorpora a mi lado, yo guardo “Hiroshima” y miro a los ojos aquel señor que se veía descuidado y cansado. Como era de esperarse me pide 10 Bs F porque esa era la cantidad que le faltaba para comprarse una “botellita” y cumplí con dárselo. Me da las gracias y me dice:
– Disculpa yo hablo mucho pero, aún estoy un poco confundido cómo alguien tan linda como tú puede leer. Y cuéntame algo, tú tienes acné y me gustaría recomendarte un remedio casero de una señora que siempre anda por ahí caminando ¡anota! – No conseguí nada con que escribir – No te preocupes eres una mujer inteligente y de seguro te acordarás de la receta es: Un vino con tres pencas de sábila y cuatro purgantes. Tómate un vaso muy pequeño todas las mañanas, durante un mes y te aseguro que cuando te veas en el espejo dirás “Ese loco que me conseguí tenía razón”No aguanté la risa y podía sentir como la gente a nuestro alrededor no dejaba de mirarnos, sentía su mirada curiosa de saber por qué alguien como yo podía hablar con un anciano sucio y ebrio.
Qué divertido era hablar con este señor; Antes de recomendarme algo solía decir
– Te recomendaré algo súper recomendable, no sé por qué lo digo así. Sé que está mal dicho pero quiero decir eso.Se refería al “te recomendaré algo súper recomendable”. A los minutos me dice:
– Sabes que yo tengo diabetes y no me coloco insulina, simplemente me como esa fruta – señalando uno de los árboles que nos arropaba en sombra.Enseguida sentí curiosidad por saber el nombre del árbol y de la fruta, y le comento que yo suelo tener problemas con los niveles de azúcar. Él no supo responderme el nombre, solo me dijo que se comía esa fruta. Como loco es loco, se paró al frente de mí y me dice:
– Disculpa creo que me encadené es que yo hablo mucho, creo que tanto como tú. ¿Sabías que yo camino 25 kilómetros diarios? de acá hasta petare… bueno, me voy. Solo te diré algo, cuidado y te consigues a Osmel Sousa, ¿sabes que él es marico? Bueno mira que si te ve por ahí, va a querer convertirte en Miss y a mí me parece que tu mejor belleza, además de tu sonrisa es que, leas, que te guste leer, bueno me despido señorita. Gracias por hablar conmigo.Le agradecí, le di la mano, él se fue y a mí ya se me había hecho la hora de irme y ya la persona que esperaba había llegado. Creo que no había corrido desde hace mucho – eso fue lo que sentí que hice, al cruzar la plaza Francia. Ahí donde tenemos a la virgencita – Realmente, no sé si corría, creo que eran mis pensamientos los que volaban conjunto al viento, tenía montones de cosas en mi cabeza: ¿Cómo alguien que vivía en la calle o así parecía, podía tener energía para caminar 25 kilómetros diarios? ¿Cómo sabe de tanta historia y de tantos libros y de escritores?
No lo sé, no hay explicaciones para muchas cosas este último año he aprendido a disfrutar de las cosas y de las personas que llegan sin avisar, porque así como llegan, se van. Sin duda, este mendigo me llenó de conocimiento, a pesar de haber sido los 30 minutos más fugaces de mi vida, sentí que me enseñó toda su vida. Una vez más, sentí esa chispa dentro de mí de haber ayudado a alguien, haber dejado a un lado Hiroshima para hablar con este señor, fue una buena decisión, él necesitaba hablar y ser escuchado.
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