Caminaba una vez más sin rumbo, sin un destino aparente, todo parecía ajeno a mí, nada me hacía sentir en este mundo.
La socialización hacía tiempo que terminó, la soledad se apoderó de mi persona tiempo atrás, los buenos tiempos terminaron y con ellos mi vida. Ahora todo es oscuro, extraño y difuso.
Sólo esas enormes aves me acompañan allá a donde yo vaya, sin descanso y de forma insistente. ¿Qué es lo que querrán? Creo que nada bueno, me observan constantemente, ven cómo cada día tengo menos carne y cómo mis huesos comienzan a salir de mi cuerpo, convirtiéndome poco a poco en un ser deforme.
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Hoy será otro día igual, buscando algo que llevarme a la boca, luchando por unas migajas con la muerte, pidiéndole a un Dios inexistente una gota de agua y con la vista tan borrosa que apenas puedo alcanzar a ver mis huesudas manos.
Sé que mi vida está cerca de acabar, creo que esas siniestras aves quieren mis huesos, ellas también luchan por lo mismo que yo y al final ganarán. Están mejor adaptadas a ésta hostil isla que me consume poco a poco, que no me quiere aquí y que hace todo lo que está en sus manos para expulsarme para siempre de sus dominios.