La esperanza, una virtud celestial --- Reto para escritores - Proyecto Milkbox


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     Pasaron el día entero haciendo preparativos para la despedida, compraron muchas cosas y cocinaron muchas cosas, llegado el momento de la despedida, llegaron sus amigos más queridos, la familia: tíos, primos, y abuelos, todos trajeron presentes para ella, aunque contenían las lágrimas y trataban de fingir que estaban muy felices pero no era así en realidad.

     Patricia se había ganado una beca para estudiar un postgrado en ciencias políticas en la universidad de Londres, era una estudiante brillante y su madre tenía muchos deseos que ella se preparara bien en su carrera, y la apoyó en todo, ya que sabía que eso representaría grandes bendiciones económicas para la familia.

     Marta, la madre de Patricia era una madre soltera y había luchado mucho en la vida para darle una buena educación a su hija y soñaba con verla regresar hecha toda una profesional.

     —Madre quiero que sepas que estaré de vuelta más pronto de lo que te imaginas— asintió Patricia.

     —Sí mi amor, yo sé que sí, todas las noches estaré sentada en la mecedora soñando con ese día— su madre abrazó a su hija y le abrazó con tanta fuerza como si no quisiera soltarla nunca.

     Conversaron, bailaron, comieron los platos preferidos de Patricia, todos querían que ella no los olvidara, eran 3 años que estaría alejada de todos. Su novio le dio un osito de peluche que decía en su pecho: “Te quiero”, terminaron la velada y se fueron a sus casas. Al día siguiente, Patricia y su madre se levantaron muy temprano para ir rumbo al aeropuerto de Valencia, allí tomaría su avión rumbo a la ciudad de Panamá de donde partiría a Londres, y ese era el momento de despedida de su madre, ya que ella no la podía acompañar.

     Las lágrimas corrían por sus mejillas, no esperaban que fuera tan doloroso ese momento pero tenía un noble propósito.

     —Madre no lo hagas más difícil— dijo Patricia.

     —Hija, no sé qué me pasa, pero hoy no me siento cómoda, y no sé, pero me gustaría decirte que no vayas, pero sé que no me escucharás— gimió su madre.

     —Sé que todo estará bien, así que no se diga más sobre el asunto— Patricia cruzó el portal y ya no se vieron más.

     Todos estaban esperando la llamada prometida desde el aeropuerto de Panamá pero nunca se hizo, la madre pensó que quizás no tuvo tiempo y así fueron pasando los días. Martha se sentaba en su mecedora mirando lejos hacia el horizonte de esperanza, ahogada en su llanto y sin pronunciar palabras, meditaba sobre lo que pudo pasar, y se decía todos los días:

     —Mi niña pronto llamará, yo sé que sí lo hará, mantendré la esperanza de oírla de nuevo y verla otra vez.

     Martha comenzaba a entender lo que la esperanza significaba, nunca tuvo ese sentimiento de que su marido volviera con ella, él la había abandonado junto a su hija y le dijo que no volvería a verla nunca más. Desde ese día ella perdió la esperanza de tener una familia unida y bonita. Se dedicó al trabajo duro y no creía en la gente.

     Sentada frente a su casa miraba con esperanza la llamada de su hija. Pasó mucho tiempo y comenzaron a preocuparse, indagaron en el aeropuerto de Valencia y les notificaron que ella había abordado el avión con seguridad. Prometieron que indagarían en el aeropuerto de Panamá. Para la fecha del boleto, no aparecía que ninguna Patricia había abordado un avión rumbo a Londres, buscaron en otros vuelos que salían el mismo día y no se consiguió absolutamente nada. Se notificó a Heathrow por sí de alguna manera hubo un error de abordaje pero no dieron una respuesta positiva.

     Siguieron investigando en otras fechas de salida y nada, se colocaron fotos en el aeropuerto esperando que alguien pudiera dar noticias de su paradero pero pasaban los días y no se sabía de ella.

     Martha sabía en su corazón que el amor de su vida se había ido para siempre pero comenzó a creer en la esperanza, sé decía así misma —Las esperanzas son las últimas que se pierden, yo te seguiré esperando y cuando regreses celebraremos.

     Había pasado un año y Martha seguía sentada esperando en su mecedora por alguna noticia, el horizonte se alejaba cada vez más de su vista, la mecedora se desgastaba y las patas marcaban surcos en el piso, de día y de noche sus plegarias subían a los cielos y esa noticia tan anhelada no llegaba.

     Las autoridades panameñas dieron por cerrado el caso, se recogieron las fotografías de las paredes y notificaron a las autoridades venezolanas que se detenía la búsqueda y que lamentaban no poder seguir buscándola.

     En uno de esos días de Martha, llegó la policía con trágicas noticias de que se había encontrado un cuerpo muy destrozado en un matorral cerca del aeropuerto de Panamá y que necesitaban hacer pruebas de ADN para descartar lo inesperado, así fue, y ese sentimiento que había tenido en su corazón en el día de partida de su hija, era cierto.

     Martha sigue sentada en la mecedora con la esperanza de encontrarse con su hija algún día en una vida más perfecta y sin dolor alguno. Sabía que tener esperanzas va más allá de lo humano y que es un sentimiento que te llena de seguridad, de perdón y de amor profundo.

Este escrito es ficción, desarrollado para el concurso creado por el equipo de @milkbox.info. Si deseas participar, visita el post y lee las bases del concurso.


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