Cuando era pequeña, creía que cada persona salía del vientre de su madre con el mismo tamaño que tenían cuando yo las veía. Nunca se me ocurrió pensar que el humano era un ser viviente que envejecía con el paso del tiempo. Me veía todos los días en el espejo y juraba que tenía el mismo tamaño de meses atrás. No tenía muchos años de vida pero aún así pensaba que había vivido una eternidad y que seguía siendo del mismo tamaño. Como toda niña pequeña introvertida, no me atreví a preguntar por qué todos teníamos tamaños distintos y cómo era que entrabamos en la barriga de una mujer. Las preguntas en el mundo de los adultos -de la gente grande-, eran tomadas muy en serio y el tono de condescendencia y burla que usaban con niñas pequeñas como yo, me desagradaba.
Luego, cuando entendí de verdad lo que implicaba cumplir años -porque antes imaginaba que era una fecha del año que la gente grande ponía como excusa para celebrar un día más de vida-, comprendí que no nacemos con el mismo tamaño que tenemos ahora, que hay gente más vieja y gente más joven que yo y que de ahí viene la diferencia de altura y contextura entre las personas que conocía y que veía en televisión.
Fuente.
Debo admitir que me gustaba más mi teoría de niña pequeña si eso implicaba que algunas personas de mi familia no morirían por estar cada vez más cerca de la vejez. Pero entendí que las cosas no serían nunca como yo quería y que en algún momento debemos aceptar la realidad de que inmediatamente que nacemos, estamos en un constante proceso de crecimiento que nos llevará algún día -o no- a la vejez.
Fuente.
Envejecemos porque somos mortales.
Llega un momento en nuestras vidas en el que nuestro cuerpo deja de producir la bacteria que necesita para mantenerse funcionando como lo hacía en la juventud. Empezamos a cansarnos más seguido, nuestros órganos empiezan a fallar y nuestra percepción de la vida cambia por completo una vez que eres consciente de lo cerca que estás del fin de tu vida. -Aunque esto podría cuestionarse, ¿no?-.
Envejecemos porque es un privilegio que no todos pueden disfrutar.
Despertamos cada mañana y no nos damos cuenta de que hemos vivido -o sobrevivido- el anterior. No nos damos cuenta de que aún podemos disfrutar de la naturaleza, de que podemos respirar y movernos. No nos damos cuenta de que el tiempo no pasa para restarle un día más a tu vida, sino para sumarle otro. Las canas, arrugas y dolores en el cuerpo, son el mayor reflejo de lo efímera y fugaz que es la vida. Son el tiempo expresando en tu cuerpo todo lo que has vivido. Es la vida expresando en tu mirada todo lo que has tenido que sobrevivir. Es experiencia, es arte, es amor, sueños, esperanzas, ilusiones, tristezas, alegrías, deseos, suspiros, aprendizaje, tropiezos, vida.
Envejecemos porque hay que aprender a mirar hacia adelante.
El ser humano tiene esa terrible costumbre de pensar en todo lo que ha hecho cada vez que cumple un año más de vida. Sentimos nostalgia por todo aquello que ya no tenemos presente. Sentimos tristeza por todas las cosas que pudieron ser y no fueron. Sentimos molestia porque nuestro tiempo se acaba y aún no hemos hecho algo que valga la pena. Sentimos miedo porque envejecer implica perder capacidades. Está en nosotros el mirar hacia atrás y cuestionar todo, hasta que llega ese día. Ese día en el que la vejez se va acercando a tocar tu puerta para recordarte que mirar hacia atrás no sirve para nada más que aprender de tus errores y que es momento de empezar a ver hacia adelante, hacia lo que tienes en frente.
Envejecemos para ver a los que amamos envejecer con nosotros.
No envejecemos para nosotros mismos, después de todo, ¿de qué sirve envejecer estando en una profunda soledad autoimpuesta? Sí, he dicho autoimpuesta. Porque los seres humanos somos personas sociables, porque queramos o no, somos capaces de amar y buscamos pertenecer. No somos completamente dueños de nuestras vidas. Vivimos para aquellos que nos importan, ya sea porque la presencia de ellos nos hace sentir más humanos o porque queremos vivir para ver una sonrisa en sus rostros.
Fuente.
Estamos en un constante ciclo de contradicciones, queremos vivir pero no queremos envejecer. Porque envejecer implica estas más cerca de aquello que tanto nos aterra. Porque vamos llegando al final de ese pasillo al que llamamos vida. Porque vamos subiendo cada escalón y nos agotamos en el proceso. Sin embargo, la vista desde arriba siempre es más hermosa, más tranquila, más amplia, más clara, más serena, más llena de vida. Puede que nuestro cuerpo envejezca y que nuestra mente envejezca con él pero, mientras nuestro cuerpo se arruga, nuestra alma se siente más joven que nunca, más llena de esperanza, de entendimiento y de perdón.
Envejecemos porque así se agrandan los pequeños detalles de la vida
Envejecemos porque así entendemos lo que hemos aprendido
Envejecemos porque así olvidamos lo que no se olvida
Envejecemos porque así nos sentimos más jóvenes
Si quieres participar en el concurso de @jlufer, ¡aún estás a tiempo! Aquí puedes encontrar toda la información que necesitas.