Facundo Cabral
El alma y el cuerpo no envejecen con la misma velocidad. Hay cuerpos que envejecen muy rápido, manteniendo un alma joven y risueña en su interior, y hay almas que envejecen rápidamente, aún cuando esté dentro de cuerpos vigorosos y labrados.
Envejece el cuerpo cuando lo descuidamos, cuando le damos malos tratos, cuando lo llevamos a situaciones comprometidas y poco armoniosas, cuando le exigimos más de lo que puede dar. El cuerpo es nuestro templo, nuestra casa y nuestro hogar, y como tal debemos cuidarlo, limpiarlo, alimentarlo, ejercitarlo.
Envejece el alma cuando nos llenamos de miedo. Punto.
Miedo al fracaso, miedo a la soledad, miedo al rechazo, miedo al cambio... El miedo se enmascara de infinitas formas, se cuela por entre los más oscuros resquicios de nuestra alma, se esconde en todas las hendiduras de nuestro templo espiritual; aparece para sabotear nuestros mejores sueños, nuestras alegrías más bonitas y nuestros encuentros más sentidos. Si amáramos sin miedo, no nos dolería dejar ir al ser amado; si trabajáramos sin miedo, no nos desconsolaría el fracaso; si camináramos sin miedo, no nos aterraría el cambio...
En el ocaso de nuestra vida en la Tierra, nosotros pudiéramos resumirla en episodios, y cada episodio relataría seguramente una despedida, un fracaso y un cambio... Y cada despedida trajo consigo una bienvenida, cada fracaso trajo un logro y cada cambio un aprendizaje...
Si transformamos las despedidas en bienvenidas, los fracasos en logros y los cambios en aprendizajes, jamás envejeceremos... Nuestro cuerpo puede volver al polvo, y nuestro legado olvidarse en el horizonte, pero nuestra alma siempre será joven y en nuestro templo siempre florecerán jardines de vida, de amor y de paz.
Y este aporte lo dejo, en atención a la convocatoria del buen amigo @jlufer que nos invitó a participar Acá (@jlufer/ganadores-de-miprimerconcurso-5-lanzamiento-miprimerconcurso-6-necesito-tu-ayuda-con-este-concurso)