Mi padre solía decir que era un muchacho de 15 atrapado en un cuerpo de anciano. Ahora yo ya no tan joven, empiezo a pesar igual que él.
Tomando en cuenta el asunto ese del reloj biológico, de las teorías de que las células se regeneran hasta cierto punto y luego mueren y que eso hace que los órganos se vayan desgastando, hay que aceptar que eventualmente el cuerpo cumplirá su función y finalmente se detendrá.
Pero las personas empezamos realmente a envejecer cuando el miedo a perder la tan adorada juventud entra en nuestras mentes. Es en ese momento cuando nos enfocamos más en las arrugas y en las canas que en nuestro rostro. Cuando el sobrepeso y la flacidez son motivo de mayor preocupación que la salud.
Se envejece cuando dejamos de hacer cosas que hacíamos de jóvenes, como por ejemplo reír a carcajadas, bailar como si nadie estuviera mirando, disfrutar de un rico y meloso dulce, mantener el buen humor, vestir como nos guste, practicar un buen deporte, entre muchas otras actividades que con el tiempo van mermando en nuestra vida.
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Envejecer es una cuestión de actitud más que de aptitud. Es más querer que poder, porque aunque el cuerpo va perdiendo capacidades con los años, eso no es impedimento cuando existe determinación y deseos de hacer, disfrutar o compartir algo.
Envejecer dependerá de cómo vives tus años. Es por eso que existen jóvenes muy envejecidos y ancianos muy joviales.
Tener ilusiones, mantener los sueños, sentir amor, establecer metas y alcanzarlas, por ejemplo, nos ayudan a que los años siguientes a los primeros veinte estén impregnados de la misma juventud.