“No te rindas capitán, porque aun tienes personas que creen ti, y que importa si ya fallaste varios intentos, tú no eres de rendirse tan fácilmente porque eres un estratega de corazón y un bueno para nada en la lucha de los malos”*
eso fue lo último que le dijo en aquel lobby solitario.
En aquel invierno infernal del 52, recuerdo ver atreves del espejo de ese hermoso carro negro, como se detenía en un gran hotel de aquella mágica ciudad...
.-¿Como le dicen?
.-¿La ciudad del amor?
Ya no recuerdo cuantas millones de veces pensé en devolverme a mi hogar, pero necesitaba cerrar el trato; la colección aguardaba y no podía dar marcha atrás, era mi último intento desesperado de salir de aquella cárcel que construí con mis errores, y que adorne con sus mentiras.
Me registre, donde amablemente se llevaron mi chaqueta, acto seguido yo corriendo en tacones por ese lobby de alfombras rojas y detalles dorados, porque mi chaqueta no la toca nadie, justamente es como se deja ver mi manía compulsiva.
En medio de mi inhabilidad tropecé con un señor bastante particular: Tenía un sombrero de copa negro con un pequeño detalle en cuero justo en la solapa, y unos grandes lentes redondos, que fue un detalle que se me hizo muy gracioso, ya que no combinaba, pero si combinaba bastante bien, con su
voz bastante particular, y con la cara muy seria me dijo:
.- No se caiga, porque aquí nadie puede estar distraído.
Se me hizo muy odioso, pero me sorprendió que hablara mi idioma, ya que yo con el idioma de ese país extranjero no me llevo bien...
Menos mal que en ese momento llego mi traductor para terminar el registro; debo admitir que no tenía prisa me encantaba ese lugar...
Esperando el ascensor detallando los números, que se iluminaban de color dorado, en cada piso en los que se paraba; y el sonido metálico de los cables internos, retumbaba contra las paredes, y dejaban asomar la antigüedad de aquel artefacto.
.-Señorita, llego el ascensor