Este poema lo escribí hace unos años atrás, lo escribí en mi teléfono mientras iba en auto en calles oscuras y esa luna se veía tan hermosa, que no me quedo más que escribir sobre ella. Espero les guste.
Y la miro y la vuelvo a mirar,
es increíble como mis ojos se van ante su belleza,
ante su inigualadad, ante su misterio, ante su luz,
ante cualquier significado que le otorguemos.
Ella hace recordar lo grande que es Dios,
ella guarda secretos de las noches en que la soledad era tu única compañía,
ella iluminaba tu camino mientras tus ojos nunca notaron su presencia,
ella te dio guía sin tú darte cuenta,
ella está siempre aunque busques y encuentres solo ausencia,
estuvo despierta en cada insomnio.
Esa presencia diaria es inmensamente maravillosa,
sinónimo de palabras y sentimientos irrevocables,
sin sentido o con ellos es suficientemente aceptable,
ya que: ¿quien dice que el verdadero sentido
que le vemos a las cosas es el que realmente es?
Todo está desde el primer segundo en el universo
y ni un solo astro ha sido añadido ni desaparecido
al pasar de los siglos, su presencia ha sido duradera y su luz sigue cada día inundando
nuestras noches, en común a nosotros: es vulnerable en ocasiones,
aunque este se torna ausencia en su presencia,
y a diferencia de: que nunca cambia su brillo ni se oscurece.