Ahora que lo pienso, la vida de Otto era muy parecida a la mía, recuerdo que la diferencia es que el sabía contar su historia y a mi me parecía el camino a un futuro soñado, que reconocería en cuanto lo viera.
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Íbamos juntos a la escuela y mientras para mi el camino al colegio era un tedioso trayecto, al edificio donde los niños corriendo y gritando por el pasillo central ensordecían; para Otto era un camino lleno de olores y colores, donde todos con sus buenos días sonreían al vernos pasar, tan chiquitos con ese gran morral cargado de sueños convertidos en fórmulas matemáticas y cuentos de Aquiles Nazoa, junto al experimento de las carotas enterradas en papel periódico que cansadas de la obscuridad buscaban la luz y se convertían en ricos platos de pabellón criollo.
Definitivamente Otto y yo no veíamos las cosas de la misma manera, ni siquiera mirábamos las mismas cosas.
Yo miraba la fila de la cantina, larga y aburrida como para hacerla por una simple torreja y un jugo, que erá lo único que podía comprar; Otto observaba las clinejas de Paola que llegaban a su cintura, y se movían con gracia mientras esperaba con sus amigas poder comprar su ración de flores en la cantina, el solo veía flores salir de la boca de Paola cuando le hablaba, tenía que ser flores lo que comía.
Mientras, Otto saboreaba un mango y soñaba creo porque sus, expresiones de placer por tan solo un mango, debían ser por un sueño con un gran banquete o un plato lleno de arepas.
Yo era su amiga, y hasta yo sabía que no era normal Otto, como podía ser normal un niño que quisiera pensar que la maestra de matemáticas "recitaba" la tabla de multiplicar o que en biología aprendíamos que el cuerpo humano estaba compuesto de átomos con universos dentro que representaban familias y que por eso todo eramos uno.
Muy loco estaba Otto, pero hoy con toda su locura sueña que su siembra de caraotas alcance para muchos pabellones criollos, se casó con Paola y ambos se alimentan de flores, da clases en una escuela, donde enseña a los niños a recitar la tabla de multiplicar y que el cuerpo humano es como una gran ciudad rellena de todos nosotros y que debemos cuidarnos por el bien común.
Yo, sigo tratando de entender porque no he sido tan feliz como Otto si veía la vida como era en realidad.
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