Cervantes Promociona: @introspectiva

Hoy los invito a devorar palabras eternas en minutos: pueden tragarlas y digerirlas o vomitarlas con críticas en un segundo; pero recuerden que la mente junto al corazón, tiene el poder de construir mundos, mientras que una lengua extensa en movimiento, termina ahogada entre saliva y esputo.

Me he acostumbrado a percibir almas dudando de mí -y de mis sueños- mientras me leen y pasan de una palabra a otra, con la mirada puesta en las letras y no en lo que digo; los veo girar y doblar la cabeza sin prestar atención y no hacen nada con sus magias, no hacen nada con la vida viva que nos pusieron en las manos y todo muerto, muerto, muerto, en el silencio de una lectura marchita y veloz.

Hay pensamientos hermosos en 50 posts, 100, 200, o quizás solo 2. ¿Qué importa cuántos sean? Hoy el mío no es hermoso, pero decidí dejarlo aquí, apretado en papel digital, justificado en 29 líneas que buscan romper los márgenes estrechos de un bloque que se encadena a otro a perpetuidad y, que como todos los bloques, terminará siendo consumido por el monstruo de la prisa, que mastica todo como si fuese comida chatarra.

A veces pienso que los ojos solo son fauces aterradoras que destruyen mundos enteros con cada parpadeo. Ya no es posible admirar la belleza de una palabra… Y no sé cuándo, pero la vida nos sumergió en un tiempo donde el ahora no existe y todo se trata del instante siguiente, que nunca se queda.

Este poema no tiene nombre, apenas tiene esencia, casi que no es un poema. Y estas palabras no son palabras, no son relatos, no se asocian a nada. Sin nombre se titula este post: lleno de ganas por cambiar el mundo, de luchas que abandono y retomo cada minuto.

La permanencia de estas y todas las palabras sobre la tierra, se crea en el espacio que encerramos cuando acortamos la ** d i s t a n c i a** entre nuestros pasos y nos vemos a la cara: ciegos, mudos, insensibles a todo, menos a nosotros y a la luna que crece y crece, expandiéndose hasta el todo que se forma cuando decimos memoria.

Tus poemas tampoco tienen nombre cuando los olvidas en el transcurso de la vía, de la vida. Así que no hace falta el nombre para hacer un poema, pues la vida está llena de momentos sin títulos que son memorias de ella: de la vida que se recuerda, de la vida que no olvida que mis palabras y tus palabras, mi luna y tu luna, son vida que fluye con fuego escupiendo.

La palabra muda que no tiene nombre, como los momentos que escribimos tú y yo, son los posts de la vida. Sin nombre.