Yo tenia 15 años cuando me escapé de la casa. Mi mamá no dejaba de recordarme mis imperfecciones y lo maravillosa que era Azucena, yo salía a dar vueltas por el centro aun a sabiendas que al volver tu abuela me daría una paliza, pero es que me había pegado tanto que me daba lo mismo. Caminaba mirando la gente de cara triste o alegre, las mujeres que usaban pantalones, las tiendas
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En uno de esos paseos me encontré con un grupo que hablaba de Allende, la revolución y no sé que más, me sentí atraída por la voz que provenía del centro del grupo. Así conocí a Luis, hablando del nuevo régimen. Ese día volví a casa feliz con algunos nuevos pensamientos, había un mundo más allá de el mal humor de mi madre y las interminables, aburridas e ininteligibles clases de matemáticas; Por desgracia no fui la única que pasó por allí y uno de nuestros vecinos ya había felicitado a mi madre por las compañías de su hija, porque así el país llegaría lejos con nuevas generaciones informadas y no se que más.
Esa fue la peor golpiza que me dio tu abuela en toda la vida, todavía me acuerdo y me duele, me cogió del pelo arrancándome unos mechones nada más atravesar la puerta y me tiró al suelo y con el palo de la escoba me pegó en la espalda una y otra vez, no solo vi el suelo chocar con mi cara y dolor, sino que vi mi mundo roto, mi soledad eterna, la indefinición de mi cuerpo, mi condena por tener los ojos de Fanor y me dio una patada en la boca, sentí el sabor de la sangre, por primera vez...aunque no la última... y ese extraño entumecimiento en el cuerpo, miré sobre mi e intenté taparme la cara, pero el rostro desfigurado de Eva embistió un nuevo golpe con el palo , en ese momento entró mi hermana, se le echó encima chillando, intentando contenerla, yo no me podía mover y la Nuna se me recostó encima para que no me siguiera golpeando.
Azucena vio un monstruo jamás antes visto, una visión de un ser extraño para ella, esa Eva rabiosa, herida en el orgullo desahogándose en mi cuerpo. Reaparecieron sus frustraciones quizás astrales, su frustración como mujer y como madre, y como hija, era otro ser lejano al limpio mundo de Azucena. La Eva reaccionó al ver la cara de mi hermana aterrorizada, ella nunca había visto a Eva desde mi lado. Eva era Demócrata Cristiana, no sé como ni por qué, pero lo era y el saber que una de sus hijas pudiera apoyar el nuevo régimen la enloqueció.
Azucena me levantó y me llevó a nuestra pieza, buscó agua, una toalla y me limpió la cara, ella se manchó el delantal con mi sangre, que luego se quitó religiosamente en forma de reproche ante Eva, que se escondía en la cocina preparando una cena que esa noche, nadie comería.
Al otro día mi mochila iba más pesada que nunca al liceo, Eva había puesto el desayuno, yo agarré un pan y me fui, camino al liceo Azucena estaba callada, “hoy no te toca educación física”, me dijo Yo bajé la cabeza y respondí riendo - menos mal, porque apenas me muevo-. Dije no sin temor.
- Ya- contestó triste -Es que vi como metías ropa en tu mochila-. Me detuve en seco, sabía que el instinto de Azucena era decírselo a Eva sin embargo, estábamos allí, se me acercó y me dio un beso.
- Sabes como encontrarme. Azucena me miró con ojos tristes, intentando sonreír.
Ese día supe que mi hermana mayor era inmune al mundo y su corazón era más fuerte de lo que aparentaba, tal vez su alma recibió los mismos golpes que mi piel aquella noche. Pero en fin, yo me fui a estación central para irme con esos hombres a recorrer el país y hablar de los derechos de los trabajadores, en la puerta estaba Luis, me miró cogió mi cara mirando mis heridas y me hizo pasar, aun frente al gesto de desaprobación de Miguel, nuestro líder.
La revolución en aquella época tomaba diferentes matices, el desorden entre las filas del gobierno, la desunión de las izquierdas en Chile a principio de los años 70 abrían grietas que permitían colarse la desconfianza entre un grupo y otro. Luis estudiaba, leía constantemente... intentaba adelantarse a los acontecimientos, pero era incrédulo. Esos murmullos de reuniones secretas entre los grupos opositores al socialismo con personajes de Estados Unidos... todo eso le parecía imposible, demasiado inocente siempre creyó en la humanidad y el amor por la tierra: Mientras sus compañeros más carismáticos recorrían universidades animando a una revolución apoyada en las armas por el día y luego volvían a ser unos jóvenes irresponsables y enamoradisos por la noche. Pero Luis, siempre se quedaba a un lado, observando y reflexionando sobre lo hablado durante el día.
Las cosas se veían turbias dicen, pero yo era muy chica y a esas alturas estaba demasiado enamorada de un desconocido para leer esos datos; Y sólo veía los ojos de Luis, las palabras de Luis y solo veía los surcos de las manos de él al coger el lápiz y escribir, escribía horas en silencio y yo, en silencio memorizaba cada uno de sus gestos.
Aprendí a odiar a los comunistas por brutos, a los socialistas por cobardes, a los militares por incultos y a los demócrata Cristianos por que me recordaban a mi madre y el sabor a sangre en mi boca, aunque esa parte, no la aprendí de Luis, nunca la supo exactamente, pero imagino que lo intuyó al ver los moretones en mi cara y mi labio partido aquel día que llegué a la estación. Así llegué a vivir por primera vez, tomando mi vida, decidiendo, haciendo y enamorándome...porque después de todo eso fue lo más importante.
Mi primer beso fue junto a una fogata al sur de Chile, tal vez demasiado cerca de los bosques, todos cantaban canciones de los Jaivas, yo me había ganado el apodo de “Paloma” , claro que ese apodo en esa época era muy común, era 5 de septiembre, día de mi cumpleaños, nadie lo sabia . De pronto sentí una tremenda congoja, recordé a Eva y lo feliz que estaría con Azucena; de pronto me vi, ahí, en medio de un bosque rodeada de intelectuales borrachos, no veía a los intelectuales, solo veía a los borrachos sobando a muchachas mayores que yo hablando de amor libre. Sentí una mezcla de pánico, asco y soledad...miré la luna y recordé a mi padre, Fanor siempre decía que la luna era una madre bondadosa que no abandona y guía a quienes se lo piden, me levanté respiré hondo y caminé al bosque de lengas y mañios. Algo me detuvo, una mano en el hombro, era Luis, mirándome fijamente, hurgando en mis gestos.
Lucía miró fijamente a Luis, el tiempo se detuvo, la noche, el fuego, las voces. Luis miraba a esa niña cuyas heridas aun no cicatrizaban, pero cada cicatriz parecia endurecerla, hacerla mujer. Esa niña tenía una mirada ancestral que poco a poco la hechizaba con una tibieza indefinible; él, un hombre de ideales de justicia y armas, que se resiste al amor por que el amor debilita, esta siendo hechizado por una niña que ante sus ojos se trasforma en mariposa, sus pechos parecían crecer, junto a las caderas y su pelo lleno de rizos rodear su cara como un marco que indica el centro del universo, sin embargo, Lucía no movía un músculo, supo que esa pasividad era un ultimátum, sus alas habían crecido, sus heridas sanadas y estaba lista para su vida, fuera cual fuera.
Debió salir de su cuerpo, de su mente , por que de pronto reaccionó; Tenía a Lucia entre sus brazos besándola suave por la comisura de los labios, como abriendo un tesoro. Embrujado por la calidez de su lengua, similar a esa cintura que parecía extenderse entre los dedos de aquel hombre que la sujetó fuerte para no dejarla escapar. La guitarra fue reemplazada por el silencio y las miradas fustigantes de los presentes .-¡Luis!.- Se oyó la voz ronca de Miguel, que se colocaba de pie junto a la hoguera. Luis sintió como la mano de la niña se le escapaba, levantó la cabeza y cruzó el circulo de discípulos confundidos. Lucia se quedó inmóvil un minuto y luego se adentró en el bosque sin saber que caminaba al regreso con Eva. .- ¿Qué chucha hací wueón? -. Reprochó Miguel mirando a Luis, se dio cuenta de la confusión de su amigo, tanto tiempo y Luis era un poco más que un monje, nunca se había propasado con ninguna compañera, ni siquiera con la argentina que todos dicen...Miguel cambió el tono a un poco más paternal.- Es una pendeja, wüeon, una pingüina, tú mismo me decí que hay que ser serios y ahora nos hací falta, vos sabí que las cosas están complicadas...-. El discurso de Miguel continuó su camino, pero Luis no escuchaba, en la distancia intentaba mirar a Lucía, pero no la encontraba. Miró la Luna y un fuerte presentimiento golpeó su pecho .- Voy a hablar con ella.- interrumpió Luis bruscamente. Miguel no insistió, sabía cuando parar. Luis tenía un objetivo.
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