Fracturas del Corazón - Historias del Quirófano

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La mañana del sábado, el Dr. Best y su novia hicieron una travesía para subir y escalar una de las grandes montañas de la ciudad, durante el trayecto hubo lluvias y las condiciones del terreno no eran las mejores. Elevados peñascos se sobreponían sobre un paisaje glorioso de lodo a medida que subían más, hasta el fruto de sus esfuerzos se dio al momento de mirar desde la cima la gran vista del atardecer lleno de vida. Luego de eso, el descenso fue rápido para ganar el mayor tiempo de luz posible hasta que la noche apareció. En alguna pisada común y corriente el terreno cedió mientras la chica buscando el balance resbalaba con una piedra y su equilibrio perdió. Las filosas rocas en su delicado cuerpo se colorearon para finalmente caer con una fractura en su muñeca derecha.

Una vez en el hospital y luego de una larga y cansada noche donde estuvieron por más de 3 horas caminando; sus zapatos llenos de barro, y su ropa mojada de la lluvia y el sudor cubrían la humanidad del galeno y su pareja mientras la trasladaban para una radiografía. Su colega y compañero de guardia confirmó su mayor sospecha. Había una fractura muy fuerte en la muñeca y ameritaba una intervención de emergencia, inmediatamente su compañero de guardia antes de asumir el caso fue abordado por unas palabras llenas de profundo deseo: ¡Necesito operarla yo! Hubo una pausa y cuando la respuesta se encaminaba a un “No puedes hacer eso”, tomó de su brazo y le suplico ¡Por Favor!... Todos conocían la gran destreza del Dr. Best y no dudaban nunca en su pericia, pero aquella noche sus palabras ahogadas hicieron que fuese el centro de atención durante la cirugía.

Luego de un baño prudente y colocarse el uniforme bajó a la sala de quirófano donde ya habían anestesiado a la paciente. Los campos quirúrgicos estaban listos y la mesa de operaciones en su sitio, había sucedido tan rápido que ni tiempo de hablar con ella antes de la anestesia pudo. Se encontró al equipo listo; en su sitio y antes de proceder con su dedo índice cubierto del latex de guante dibujó sobre el delicado lienzo de su piel el sitio donde iba a incidir con su bisturí. Hubo un segundo donde su mente cambió e inmediatamente como un interruptor de corriente pidió el bisturí para transformarse en cirujano. No dejó espacio para la duda como acostumbra normalmente en la cirugía, pero si notaba con más frecuencia los signos vitales de la paciente en el monitor, sudaba más y hablaba menos, a veces el silencio mientras operaban era tan intenso que podías escuchar la respiración de cada persona ahí dentro, de cómo chocaba el aire en su cubre-bocas y como sus ayudantes respondían ante cada movimiento que hacía.

Una vez finalizó todo, una vez vio su muñeca reparada, todo el equipo estaba satisfecho y contento con el grandioso trabajo, excepto él. Que solo esperaba el momento en que se despertara su paciente para hablarle y saber cómo se sentía. Él sabía que la cirugía había sido un éxito, pero cuando el interruptor de cirujano se apagó empezó a preocuparse más por cada movimiento que había hecho en quirófano, analizó cada paso en su mente y lo repasaba una y otra vez mientras estaba en la habitación y ella dormía.

Desde una silla de al lado de su cama, y con los brazos extendidos rodeando sus muslos el agotado Dr. Best quedó dormido profundamente. Despertó cuando sintió sobre su cabello las caricias de aquella hermosa mujer con una sonrisa de satisfacción en su cara, vio su otra mano sin vendaje y se dio cuenta de que lo acariciaba con la mano y muñeca que había operado. Hubo una mirada fija entre ambos, una mirada de alivio y un sentimiento de gran tranquilidad y felicidad que hizo que toda duda terminara y ninguna palabra hiciera falta.

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Probablemente has escuchado que en el campo de la salud lo recomendable es que ningún medico traté a algún familiar o conocido suyo, probablemente menos en un quirófano. Esto se debe a que los sentimientos que se encuentran al momento de operar pueden obstaculizar decisiones objetivas del grupo de trabajo, no obstante, muchas veces sucede por la misma razón de que tenemos el miedo de que no se tomen las mejores decisiones para nuestros seres queridos. “Errar es de humano, y aceptar los errores es de grandes humanos”

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