La huelga de la Tierra
Un buen día la Tierra se cansó de dar vueltas y se declaró en huelga.
-Ya está bien de girar sin parar durante años, siglos y milenios no sólo sobre mi propio eje como una peonza, sino alrededor del Sol como si fuera mi Dios. ¡Estoy tan mareada, que creo que me voy a salir de la órbita!
El resto de planetas se quedaron boquiabiertos.
-¿No serás capaz de hacerlo?- dijo acalorado Venus.
-¿Cómo que no? Tengo derecho a pararme- respondió la Tierra con firmeza.
-¿Y qué vas a hacer?- preguntó la Luna.
-Pues tomarme unas vacaciones. Y tú te vendrás conmigo- anunció, cada vez más azul.
Se hizo un incómodo silencio que sólo Marte se atrevió a romper.
-Pero vecina, un poco de sensatez. ¿Has pensado en la gravedad de tu decisión? ¿Qué pasará con tus habitantes? Ya no tendrán días y noches ni estaciones, unos vivirán siempre en la fría oscuridad mientras que otros se abrasarán a la luz.
-No seas tan dramático. ¡Es que si no me quemaré yo! De hecho estoy muy estresada- añadió con tono trágico.
-Tú lo que eres es una egoísta y una vaga- sentenció Saturno.
-¿Y me lo dices tú, querido, el más presumido y narcisista de todos nosotros? Con esos relucientes anillos que deberías emplear en hacer deporte y estar menos gordo...
Aquella situación empezaba a echar chispas, especialmente cuando intervino Mercurio.
-¿Qué te parecería si lo hiciéramos todos? Es más, venga, animaos y ¡hacemos una manifestación!- arengó sulfuroso.
-La verdad es que no nos vendría mal una paradita para reponer energía- señaló el gran Júpiter.
-Eso, eso- subrayaron a coro Urano y Neptuno.
Entonces intervino el Sol con su voz solemne.
-Planetas, tenéis razón pero no puede ser. Vosotros debéis seguir girando. Bailando para que la vida continúe y fluya la energía. Porque este es el universo en el que nos movemos, nuestra armonía cósmica que no debemos alterar porque en ella todo tiene sentido. De lo contrario nos gobernaría el kaos. Además, yo me moriría de pena y aburrimiento- confesó.
Todos permanecieron callados mirándose unos a otros. Hasta que la Tierra tomó la palabra.
-Bueno, pues será mejor que sigamos danzando. Es nuestro destino. ¡Así que mejor hacerlo con alegría!
De manera que sonrieron, se dieron las manos y continúan felices girando todavía.
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