Nacemos y vivimos el confort de la inocencia. Mientras crecemos nos vamos contaminando con el entorno. Siendo adultos nos cuesta comprender las situaciones difíciles soslayando que ciertos eventos son necesarios aunque no lo comprendamos en el momento, a veces pasan años para percibir las razones, pretendiendo de manera ingenua llevar la vida de manera lineal. Ésta travesía nos puede producir una perdida: la de nosotros mismos.

La vida de alguna u otra manera te empujará a avanzar y a crecer a nivel personal, a veces de la manera menos placentera. Las crisis internas nos ayudan a vernos, aunque parezcamos perdidos y hasta nos extrañemos, a valorar lo que somos, a olvidarnos del sistema, a proteger lo que nos hace diferente, a entender que los errores son solo vivencias al igual que los aciertos.

Vivir una alegría ciega opaca a la tristeza, a la falta de orden y al caos. Éstas, que parecieran ser desagradables, también se viven, y para reconocer la verdadera alegría debemos haber experimentado la tristeza, así como, para disfrutar del calor debes haber sentido frío. Evidentemente las crisis y la tristeza tienen un sentido y debemos abrazarlas de la misma manera que la alegría, hay que conocerlas para saber que nos dice, porque ellas también hablan y exigen demanda hacia la reflexión, al reencuentro personal, a la asimilación de nuestros cambios…

La vida siempre nos va a sugerir cambios, así no lo aceptemos, y la rebelión interna se manifestará en busca de sus ideales que se van apartando a raíz de la intoxicación del sistema. Estos procesos nos muestra que debemos estar consientes que de un momento a otro vendrá un cambio para nosotros, y solo contaremos con las competencias personales y nuestra inteligencia.

Agradecido que hayas leído mis palabras. Espero te hayan gustado... un cartel poético más, de los presentados en mis funerales oxidados.