De los encofrados ya no tuvimos que preocuparnos porque los oficiales encofradores saben muy bien montar los cofres y moldes con maderas sostenidas con puntales, según las medidas de los planos del arquitecto. Cuando terminan de montarlos, el aparejador comprueba que las medidas responden a los planos.
Los casetones huecos de cemento los colocamos Antonio y yo.
El ferralla, ( apelativo amistoso para el especialista en hierros) seguidamente, fue cortando y colocando los hierros, también según las medidas de los planos.
Los capiteles, encima de cada pilar, serán formados en esos huecos cuadrados. El hormigón irá rellenando los capiteles y todos los nervios a lo largo y ancho.
Evidentemente, lo que parece más complicado para el ferralla es la colocación de los hierros de los capiteles, pero es conocedor del oficio; y cuando yo le preguntaba a ver si no se liaba, se sonreía, y me recordaba que la experiencia es la madre de la ciencia. “Sólo hay que tener un poco de paciencia” -me decía.
Construyendo una casa unifamiliar no hacen falta más de tres hombres para fabricar los forjados y los pilares. En la próxima foto, uno vuelca el hormigón y otro lo alisa.
Y en esta, un hombre más dirige la “pluma” del camión con la cuba llena de hormigón.
Llegamos a culminar el tercer forjado y a armar la estructura de la cubierta con vigas de acero. Yo mismo, el fin de semana las pinté de minio, dos manos.
Algún detalle en las fotos siguientes:
Las pletinas ancladas en el hormigón con tornillos ficher.
El aparejador nos indicó que había que reforzar algunas soldaduras que no habían quedado a su gusto:
Aquí ya se ve toda la estructura con los nervios para colocar los ladrillos planos “rasillones” y encima los aislantes y las tejas.
El arquitecto quiso ver “in situ” como iba quedando la realización de la estructura de hierro y en su visita a la obra me sugirió que añadiéramos un pilar más, aunque no figuraba en los planos, La viga jácena (la central y más alta) quedaría mucho más reforzada.
Una vez terminada la estructura de la cubierta y cerrada con albañilería, Antonio construyó las chimeneas. Una para el hogar de la salita, otra para la sala de máquinas como salida de gases, y otra para ventilación directa desde la parte más baja de la casa.
En este momento pintamos las chimeneas (ya se ven blancas) porque nos ahorraríamos andamios y horas de trabajo cuando ya estuviera la casa hecha.
Para la albañilería Antonio contrató a dos albañiles de su confianza y a dos peones de albañil.
Y seguimos la obra de arriba hacia abajo.
¿Alguna dificultad hasta ahora?
A mí, hasta ahora, todo me resultó bastante fácil e incluso divertido. Eso sí, durante la construcción de la casa, no tuve ningún fin de semana libre, ni vacaciones.
Consideraba el trabajo físico como descanso del trabajo intelectual. La primera vez que cogí un palustre se resbaló la mezcla y se me cayó al suelo con la consiguiente risotada del peón que me observaba. Un intento más y no se me cayó jamás.
Fui aprendiendo todos los oficios a cual más interesante e iba yo trabajando cuando tenía tiempo libre en mi profesión, con los albañiles y peones. Sólo un oficio se me resistió y no puede dominarlo, pero lo revelaré cuando llegue su hora. Voy a seleccionar las fotos de la siguiente parte: