La mirada de un reptil.

Una vez, un día veraniego, iba en la noche caminando por la playa, la fuerte brisa marina dejaba la ropa húmeda sin necesidad de tocar el mar; la espuma blanca sonante, siempre embelesara hasta a la más avispada, es decir yo.

Un camino de arena hallé frente a mí; si ya se lo que dirán, ¿cómo es un camino de arena en la inmensidad de la playa que está atiborrada de arena? Bueno, sin duda alguna esto se salía de todo cuanto yo había visto.
En ese momento recordé una pregunta que me he hecho por años:
¿Por qué en las películas de terror, cuando alguien está solo y escucha un ruido, se dirige al lugar oscuro, tétrico de donde provenía aquel ruido?
Curiosidad, no hay más explicación, la curiosidad nos lleva a cualquier lugar, y a mí me llevo a seguir este camino sobre la arena, sin saber que me iba a encontrar.

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Y la vi, un tumulto que se movía de una manera brusca sobre la arena. Lentamente me acerque para saber si era un monstruo o una roca viviente. Sorpresa total, era una tortuga marina, que a través de aleteos en la arena movilizaba su cuerpo.

―Seguramente va a poner sus huevos, que linda― Me dije a mi misma, así que me fui hacia atrás y me senté cerca al mar.
Revoloteaba, por un lado, se iba por el otro, alzaba arena aquí, allá; finalmente emprendió su regreso al mar, supongo que ningún lugar le pareció conveniente para ubicar su nido.

Yo seguía sentada en la playa, evitando cualquier movimiento. De repente nos observamos, Margarita y la tortuga conectaron sus miradas, pude notar toda la angustia en sus ojos al encontrarse con los míos, y quizá producto de mi imaginación, vi que sus pupilas se agrandaron expresando:

―Que hago ahora―.

Sus aleteos se reactivaron con mayor rapidez, volteo su cabeza hacia el mar y no se detuvo para mirar más.

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La asuste, y razón tenía, ha sido una especie cazada para consumo humano, para tráfico ilegal por su caparazón, y para robar los huevos, sería ilógico pensar que al verme me iba a saludar.

Se marchó, entro al agua, y con lo dramática que soy, sentí inmensas ganas de llorar. Con el mar como escenario, el oleaje como banda sonora y la brisa como telón, tuve ante mí la escena perfecta, recordada por siempre.

Ahora les presentare a la verdadera tortuga de ese día:
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Nadando se fue, sin decirme un día volveré.
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Las tortugas marinas se encuentran amenazadas (ya lo había dicho en otra publicación), algunas vulnerables, otras el peligro crítico. Sus principales amenazas son la pesca ilegal, la pesca incidental (esta es la que ocurre en los barcos camaroneros y atuneros, donde la tortuga cae en la red sin ser el objetivo), robo de huevos, calentamiento global, la contaminación de los mares y el turismo irresponsable.


Créditos texto, fotografías y dibujos: Margarita Palomino

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