A mí me ha pasado hoy todo en el mismo día.
08:00. Entrevistando candidatos para un puesto de trabajo.
A un lado de la mesa yo, 30 años, mujer. Al otro lado él, 50 años, hombre.
Intento llevar el peso de la conversación pero me confunde con su tono paternalista. No sé si quiere que le contrate o se está ofreciendo a adoptarme. Espera un momento. ¿Esto es lo que yo creo? ¿Está intentado ligar conmigo? Me temo que sí.
Soy demasiado agradable con la gente. Muchas personas no entienden esto y lo malinterpretan. De todos modos el problema está en ellos. No puedo cambiar mi tendencia natural para el trato con las personas. El problema es lo que tú entiendas, no lo que yo haga o diga.
11.30. Visita al banco.
Tengo una reunión concertada con el director de un banco. Quiere hacerme una oferta para nuestras startups. Voy acompañada de un colega (hombre).
Entramos en el despacho. Le saluda a él primero. Me presento. Soy la CEO. Mi compañero es mi asistente. (Ojo, no quiero despreciarlo, pero por mucho que le llame compañero es mi empleado). El director del banco insiste en dirigirse a él durante toda la reunión. Parece ser que le coloca por encima de mí en estatus por el simple hecho de ser un hombre. Sr banquero, ha perdido usted una clienta.
14:00 Descanso para comer.
El camarero le da la cuenta a mi compañero. Por ser hombre. Cojo la cuenta. La mantengo en la mano. Espero a que venga el camarero. Se la doy en la mano para que entienda que pago yo. Joder, soy la jefa. Tengo que hacerlo. Cuando otro camarero nos trae las vueltas se las entrega a mi compañero y no a mí. También ha dado por hecho que es él quien paga.
20:00 Llevo a mi madre al supermercado.
Una amiga de mi madre nos saluda. Se dirige a mí. “A ver cuando espabilas y le das un nieto a tu madre. Se te pasará el arroz”. Oh, es maravilloso. Cualquier señora en el supermercado puede opinar sobre qué decido hacer con mi utero.
22.30 En el pub.
He pasado por el pub para tomar una copa rápida. Una amiga y su marido están allí y han insistido mucho en que vaya. Cuando llego veo que están con un amigo. Me siento con ellos. Pido una copa. El chico empieza a hablarme. Mi amiga y su novio se retiran, imagino que porque habían decidido de antemano que yo, hoy que estoy harta del mundo, tenía que conocer a alguien. Intento ser amable. El chico es simpático y atractivo. Estoy más o menos media hora con él. Le digo que tengo que irme. Me pide el teléfono. Le digo que no. Lo siento, no me apetece. Me mira con desprecio. Insiste. No quiero dárselo. No voy a hacerlo. Le dejo allí. Me ha hecho sentir como si tuviese alguna obligación, como si estuviese haciendo algo malo.
Me dirijo a donde están mi amiga y su marido. Les digo que me voy. Cuando me estoy alejando oigo al marido de mi amiga decir algo sobre mí. Cree que debería de haber complacido a su amigo por el simple hecho de que él haya mostrado interés en mí.
23:20. Camino a casa.
Me cruzo con un hombre de camino a casa. Me mira de arriba abajo. No hace nada, no me dice nada, pero me siento igualmente sucia e insultada.