Mi mitad perfecta.

Siempre he dicho que la vida es una sucesión de momentos efímeros y que hay que saber disfrutar cada uno de ellos al máximo. Pero, algunas veces, esos momentos mágicos que debemos disfrutar a plenitud vienen manchados de difíciles retos que tenemos que afrontar, para bien o para mal.

Usualmente, decidimos enfrentarlos por nosotros mismos pero, para algunas personas, existe un motor más fuerte que el bienestar propio. Esto lo aprendí hace poco más de dos años cuando mi pequeña Luna; una amiga muy querida, a quien veo como una hermana menor, quedó embarazada. Fue algo que ella aceptó con optimista resignación y aunque fueron 9 meses turbulentos, esa nueva vida que se gestaba en su interior la llenó de fuerzas para hacer a un lado toda la toxicidad que empapaba su vida. Les compartiré, con el permiso de ella, un texto que escribió entonces y que ha venido siendo el norte de su nuevo estilo de vida.



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Mi mitad perfecta. Me enfrentaría al mundo entero por tratarse de ti. Lo recorrería centímetro a centímetro para mostrártelo, para enseñarte sus maravillas, pero por ahora solo puedo leértelo, enseñarte lo que de él conozco por libros y luego, cuando comprendas ciertas cosas, ponerlo en tus manos para que por ti mismo lo descubras, caminando dos pequeños pasitos delante de mí porque debo aprender yo también que hay ciertos tesoros de la vida a los que tú debes inventarle el mapa, pero con la convicción de que estaré ahí para tomar tus manitas si en algún momento sientes miedo o te fallan las ganas de continuar.

No puedo evitarte las decepciones que encontrarás en el camino, pero si intentaré hacértelas un poco más llevaderas, te mostraré que incluso, a veces, hasta las sonrisas suelen doler. Que no importa lo que diga un doctor, no hay nada peor que un alma rota y eso nadie más que tú y una dosis de tiempo, lo pueden curar. Te entenderé cuando no quieras escuchar mis consejos y mucho menos seguirlos porque en ciertos momentos, yo tampoco he querido los de los demás, y sin embargo no te dejaré solo cuando sientas que te has equivocado y encontrarás en mis brazos tu hogar siempre, sin reproches, sin culpas, sin juzgarte y ni siquiera molestarme porque "te lo advertí". Seré tu mejor amiga, aunque tengas mil mejores amigos lejos de mí. Siempre encontrarás en mi rostro una sonrisa, no importa lo agotada que esté.

Te dejaré soñar, te creeré cuando vengas a contarme de tus fantásticas historias en el País de las Maravillas con Alicia o en Neverland con Peter, escucharé atenta y asentiré porque yo también he vivido las mías propias con ellos, te advertiré que debes cuidarte de la Reina de Corazones y del Capitán Garfío, porque a veces son muy torpes y crueles. Te sacaré las lágrimas cuando no comprendas porqué El Principito tuvo que marcharse e intentaré explicarte con el alma en las manos, que los personajes siempre se quedarán en nuestro corazón y de la memoria no nos abandonan. Te dejaré ir de vez en cuando a Narnia y si quieres ir a Hogwarts, lo aceptaré.

Estaré convencida de que no habrá mejor compañero para conocer Madrid, mi ciudad gris llena de vida, y para compartir contigo una tarde de lluvia mientras te leo el nuevo poema que acaba de calarme en los huesos. Te enseñaré que aunque la Luna no es de queso, podemos imaginar que sí y que ella, al igual que Yo siempre está presente, aunque a veces necesites cerrar los ojos e imaginarla.

Comprenderás así, mi pequeño pedacito de universo, que la vida no es tan sencilla como Yo pretendo hacértelo creer, ni aunque haga trucos de magia, pero que en ella conocerás de todo menos la soledad, porque Yo, tu madre, nunca te abandonaré.

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