Sobre los misterios del corazón.

Buenas, amigos de Steemit. Les invito a leer esta pequeña reflexión que he escrito y les hago la siguiente pregunta: ¿alguna vez se han sentido así?

Sobre los misterios del corazón.

Érase una vez, sí, porque todas las grandes historias comienzan así.
¿Y por qué no habría esta de seguir tal tradición?

Entonces, bien:

Érase una vez un gatito que vagaba por la vida en busca de amor, se sentía solo y triste. A pesar de tener tantos amigos, él sabía que estaba vacío. Era un gato perdido, sin sueños ni esperanzas. Era de esas almas que ves y te provoca abrazar con todas tus fuerzas, hasta que todas sus partecitas rotas vuelven a juntarse, hasta que una sonrisa real se asoma tras aquella máscara de fingida felicidad. Era, sin lugar a dudas, el protagonista perfecto para una historia de amor.

Black Kitty
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Pelaje negro y orejitas puntiagudas. Un gatito desconfiado que no creía en la felicidad. Silueta esbelta y ojitos claros. A fin de cuentas la vida le había enseñado que eso no era para él. Le llamaremos Kuro, por sus cabellos y personalidad. Era un rufián callejero que disfrutaba la vida con promiscuidad, era el culpable de los corazones rotos de su ciudad y siempre se sintió libre del peligro que implicaba amar.

Pero el karma siempre llega y su justicia férrea atrapó al gato. Kuro, quien siempre se creyó inmune ante aquellas acciones que aceleran suavemente los latidos del corazón, se encontró de pronto visitando, cada noche, la misma ventana blanca pero sin atreverse a pasar. La veía desde allí, ensimismado, a aquella criatura que robaba su calma; era una humana, una niña pequeña que desbordaba ternura. Pero Kuro no creía en cosas mundanas como el amor y estaba convencido de que esa niña lo había hechizado para atraparlo. ¡Oh! Pobre gatito desconfiado.

Una noche, distraído, se acercó de más a la ventana. Tanto, que la niña pudo verlo. Para cuando Kuro reaccionó, se encontraba en los brazos de aquella bruja; como la definía él. La pequeña le sonreía mientras acariciaba sus orejas puntiagudas, le susurraba palabras dulces para reconfortarlo y, poco a poco, el gato negro fue cediendo al sentimiento. Se sorprendió ronroneando. Se sorprendió sonriendo. Se reconoció enamorado de aquella tierna criatura.

Con el paso de los días, aquella ventana blanca se convirtió en el hogar de Kuro. Cada noche lo esperaban: comida caliente y amor incondicional. Cada noche volvía Kuro a los brazos de su niña, cada noche agradecía haber encontrado semejante tesoro, y desde entonces, siempre sonreía.

Pero no es así como termina esta historia, no. Porque Kuro no es un gato, es humano. Porque Kuro no es singular, es plural. Porque existen muchos Kuros que tienen miedo de amar hasta que el Universo los junta con alguien realmente especial.

Black cat and spring flowers
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