En 1492 el genovés Cristobal Colón se hizo a la mar, desde la provincia española de Huelva, con su expedición de tres carabelas, La Niña, La Pinta y La Santa María.
Su intención: buscar una nueva ruta hacia la India.
Navegaron durante 72 días, un viaje más largo de lo que esperaba y con bastantes dificultades, lo cual provocó gran descontento por parte de su tripulación.
En octubre de ese mismo año Colón puso pie en el Nuevo Mundo. Habían llegado a lo que los indígenas llamaban Guanahani, en el archipiélago de las Bahamas (cuya localización exacta aún es discutida hoy en día). Colón le llamó San Salvador, por haberle salvado del desastre inminente.
Sin saber aún que había descubierto un nuevo continente, América, Colón continúa su viaje.
El 27 de octubre de 1492 arribó a la mayor de las Antillas, a cual que bautizó con el nombre de Juana, en honor a la hija de los Reyes Católicos (La loca). Más tarde, adhiriéndose al legado nativo, terminaron por llamarle Cuba.
Según describen las Cartas de Indias, una vez que Colón pisó suelo cubano, se arrodilló en la arena y con la cabeza inclinada hacia arriba exclamó: «Ésta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto».
Aquel día la población de la Isla, iniciada varios milenios antes, había firmado su total aniquilación.
Si alguna vez lograra viajar en el tiempo, llegaría a las costas del Nuevo Mundo una semana antes del descubrimiento y prepararía un mejor recibimiento al Almirante.
Se encontrarían algo muy diferente a su llegada:
Dos «indios» sentados en toscas, pero útiles mesas, con un cartel grande escrito en sendas hojas de plátano: Aduana.
En cuanto pusieran pie en tierra, la voz de un indígena, se escucharía en toda las costa: ¡Ciudadanos de la Comunidad Económica Europea, mesa 1! ¡El resto mesa 2!
Tres horcones de jiquí, en forma de arco, sirven de preámbulo a las mesas, donde tienen que depositar, bajo la visión constante de otro indígena, todo objeto metálico: espadas, escudos, cascos, cuchillos, etc. Si el indígena ve algo sospechoso, gritará secuencialmente ¡Pí,pí,pí....! y alertará a otros diez indígenas armados.
Otro indígena, apostado un poco más atrás, gritará constantemente: ¡Pasaporte, documento nacional de identidad y libro de familia en mano!
De seguro el Almirante ordena regresar a las naves y dirá en son de reproche: ¡Indios xenófobos!