Micro-cuento: La balada de un hombre común

Había entrado a la cafetería cuando estaba vacía y ahora, podía sentirme superior por no estar parado. La gente entraba mojada; con impermeables, paraguas y periódicos enchumbados.
Afuera caía un diluvio mientras oscurecía. El cielo parecía una herida abierta por donde se desangraba el día y la ciudad.

Se oía un murmullo lejano, parecido a los automóviles al perderse en la carretera.
Mire hacia la venta. La calle era solitaria, de una extraña lejanía, como si volviera a buscarme desde hace mucho tiempo ya. No la misma calle por supuesto, una parecida en mi infancia.
Nostálgico.

Bajé la mirada pensativo y vi alrededor sin ver. En la esquina del fondo había un sujeto que yo conocía de vista. Hablaba por teléfono mientras lloraba. Se le veía cansado, al final de la jornada, pero este cansancio trasparentaba dolor. Lo vi como si fuese una ventana. Una pequeña desgracia individual.
Me miró directamente, un llanto silencioso, como la lluvia. intentó reponerse mientras me veía, saludándome y luciendo un gesto sarcástico, pero, qué va, la tristeza le caía a raudales.

Volví a mirar hacia la ventana y reconocí su tristeza en mí. Al verlo así, tan aislado y vulnerable entre la gente del café, me vi en su dolor, me vi en su llanto sin nombre y me y me pregunté si mi soledad también intentaría pedir ayuda sonriendo patéticamente.

En la calle una mujer corría difuminada por el vaho de la ventana, la seguí con la mirada, me distraje y se diluyó para siempre

Me preguntaron si desocuparía la mesa, dije que no, me levanté y miré el local, en la esquina del fondo había dos niños riendo.
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