Los amigos imaginarios son algo normal en los niños. Algunos atribuyen su existencia como producto de la imaginación de niños que crecen sin otros niños de su misma edad y que son personas que tienden a ser más creativas. No todos han tenido amigos imaginario; conozco muchas personas que jamás jugaron con algún ente fantasioso. Los hay de todo tipo: pequeños, grande, deformes, azules o verdes, orejones, mudos, sirenas, perros, en fin... Los niños si que pueden ser muy artísticos al momento de idear a ese amigo ideal con quienes jugar todos los días.
Yo no recuerdo a mi amigo imaginario, no creo que todos lo hagan mucho, tan sólo recuerdo su nombre: Chiquito. Recuerdo jugar todo el tiempo, e incluso recuerdo que vivía en el patio de mi casa. Me divertía mucho jugando con él. O al menos crecí con la idea de que era un él por su nombre con aquel gramema que denotaba género masculino. Como dije, sólo recuerdo su nombre. En mi mente nunca se ha dibujado su rostro. Sin embargo, es interesante cómo eres la única persona que no recuerda a su amigo imaginario; sobre todo cuando, al parecer, era algo más que un amigo imaginario.
Recuerdo las historia de mi madre acerca del ente imaginario que me acompañaba a todos lados. Hablaba de cómo le pedía que tomara su mano al cruzar la calle para que no le ocurriera nada malo, o que le ayudara a dormir como hacia conmigo. En fin, cosas típicas de niños pequeños. Incluso, al viajar venia con nosotros. Toda mi familia conocía a Chiquito. O como aquella vez, cuando mi abuelo decidió sentarse en uno de los muebles de su casa.
—¡No te sientes ahí! —exclamé apresuradamente, alarmando a mi abuelo—. Chiquito está sentado allí, ¡lo vas a aplastar!
Todavía aturdido y tratando de comprender la situación él se levantó y tras analizar todo chasqueó con la lengua, negando varias veces con la cabeza. No podía hacer mucho, salvo tratar de no "aplastar" al amigo imaginario de su nieta de cuatro años. ¿Qué más daba? Aquello era algo normal.
Pero ¿qué sucede cuando llega un momento en el que no eres la única persona que lo ve? Mis padres, mi hermana, primas y tíos dicen lo mismo: "es una niña, era como de tu edad en ese momento, quizás un poco mayor; como de unos seis o siete años. Esa niña era Chiquito".
—¡Bah! Chiquito era niño.
¿Cómo estar tan segura de la descripción de algo del cual no recuerdas nada? Pero muchas personas la vieron, estaba allí. A veces la veían sola, a veces acompañándome. Chiquito realmente existía, o ya no existía, pero allí estaba. ¿Un fantasma, quizás, o realmente un amigo imaginario? Si realmente era un amigo imaginario, traspasó más allá de mi mente, de su propia dimensión y se mezclaba repetidas veces con la nuestra. Pero medida que los años pasan, más insisto que aquello no era producto de mi imaginación solamente. Y de vez en cuando me genera cierto escalofríos pensar en algún ente paranormal; más que nada porque me seguía a mi.
Comenzó estando conmigo como una amiga imaginaria. Yo jugaba con ella inocentemente como una niña normal. Nadie la veía, pero yo la sentía tan real. Hasta que crecí y seguí recordándola, pero sabía que no era real, que no existía. O eso creía hasta escuchar todas esas historias por parte de mi familia.
—A veces te veíamos tranquila jugando en la computadora, hasta que nos dábamos cuenta que en realidad estabas en el cuarto y la niña frente al ordenador desaparecía.
—Bah, ¿en serio?
Muy en mi interior deseaba no creerlo, pero sabía perfectamente que sus relatos eran completamente reales. O como aquella vez, donde no solamente fue vista por mi familia, sino por los amigos de mi hermana.
—Tu hermana es tan bella —decían—. Mírala, se asoma por la puerta.
—Ella no está aquí —pronunció mi hermana con cierto terror.
Tras eso siguió un fuerte convencimiento de su parte hacia ellos para evitar que se fueran y la dejaran sola.
Yo dejé de jugar Chiquito y me dije a mi misma "crecí". Sin embargo, luego me enteré que todo eso terminó cuando mi madre echó agua bendita, me protegió e hizo cosas en la casa para que dejara de aparecer. Y dejó de hacerlo. Pero sigue allí, lo sé. Le echó la culpa de todas esas noches que no podía dormir, a mis pesadillas y las veces que sentía a alguien más en mi habitación durante la noche. Le atribuyo mi terror a esa hora de la noche. Porque es a mi a quien siempre busca, porque era yo quien la veía y soy yo la que dormía en su lugar habitual. Y a pesar de todo, todavía la sentía y tras conocer todos esos detalles muchas cosas cobraron sentido. Y aunque ya no la pueda ver, más de diez años después sé que sigue allí, un sexto sentido me lo dice. Chiquito nunca se fue, la han visto, lo se, he visto su sombra, se sentido su presencia. Es así cuando un amigo imaginario se vuelve mucho más que eso. Y aunque sea un espíritu benigno, me causa inquietud, así finja que sea algo completamente algo normal. Porque al final, yo soy la afectada.