Diálogo entre mujer rota y hombre dañado
Ella: … ¿Por qué? Declarar la consistencia de ciertas cosas no resulta una tarea fácil.
ÉL: ¡Yo no hablaba de eso!
Ella: Lo sé, sin embargo te prevengo, algo en mi constitución desconoce esto.
Él: ¿Lo dices por alguna razón?
Ella: Claro… tú lo sabes, lo nuestro empezó así, como el intento de encontrarle una razón a esto, que no somos tú y yo.
Él: No se que me dices, pero me duele, hay algo en lo que no dices que me hiere, me traspasa dolorosamente sin llegar a tocarme.
Ella: Has comprendido… no depende de un toque, no es algo que comprometa nuestros cuerpos, es eso lo que nos duele, eso ausente, que en su ausencia es realmente doloroso.
Él: ¿Siempre ha sido así?
Ella: Creo que eso puedes muy bien responderlo tú… ¿Preguntas para qué? ¿Acaso es menos doloroso si lo dijera yo? ¿Te sentirías mejor así?
Él: No quiero que salga por mi boca, sinceramente prefiero tener algo a lo que pueda odiar, tu boca, quizás…
Ella: Mi boca… ¿La deseas dolorosa? ¿No disfrutas acaso de los besos que también es capaz de darte?
Él: Ella no son solo sus besos, el que diga alguna cosa no la hace menos boca, no hace que olvide tus labios, tan solo necesito algo que pueda odiar.
Ella: Entonces ódiame a mí, si me tomas por entero lograrás verme como algo difuso, el dolor quedaría regado y podrás jugar con los límites de mi cuerpo.
Él: Eres algo maligno, sabes persuadirme, engañarme, hacerme quedar como un tonto.
Ella: Así es que te gusto... un tanto poeta y perturbada.
Él: Así me gustas, perturbada y tú. No pido más, te deseo con cada rasgadura, en cada trozo, en cada pliegue, rota.
Ella: Pues así me tienes, y podrás hacer conmigo lo que quieras siempre que no quieras tomarme como algo distinto de lo que soy.
Él: Rota te tomo entonces y dañado recibes tu lo que quede de mi cuerpo.
Ella: Algo roto y dañado no pretende ser algo más que eso…