¿Por Qué La Tortuga Le Ganó a La Liebre?

Nadie, antes de la carrera, le hubiese apostado a la tortuga. Es que es tan lenta, apenas se mueve. Uno la alcanzaría caminando. Ya con la liebre, con ese animal peludo, de veloces patas, es otro cantar.

Sin embargo, todos sabemos el resultado de aquella histórica carrera, contada por Esopo hace un montón de siglos atrás.

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La cuestión, del porqué esta fábula ha sobrevivido hasta ahora, es que nosotros mismos, nos comportamos como la libre.

Verás, somos una liebre cuando decidimos emprender un plan; ponte que sea para rebajar unos cuanto kilitos que sobresalen del pantalón, y arrancamos con el pie derecho, dispuestos a obedecer al pie de la letra una dieta y un régimen de ejercicios que nos garantizarán que esos “cauchitos” se van a derretir apenas empecemos los abdominales.

Ya sabes lo que pasa luego. A los tres días, el espíritu de la libre aparece, y las ganas se van yendo.

No es lo mismo rechazar, cuando apenas pasa una semana, un apetitoso dulce que vemos en el aparador de una pastelería; bueno, con esos aromas que alborotan los recuerdos de lo que se siente cuando se saborean el hojaldre bañado en exquisitas jaleas y cremas de pasteleras.

La tentación de la liebre, tal cual pasó en la fábula, empieza a pinchar al entusiasmo.

Y así pasan los días, hasta que empezamos a faltar a un entrenamiento, luego a dos, tres, y de pronto, se nos olvida que alguna vez decidimos unirnos a la membresía de un gimnasio.

Por supuesto que la liebre va a justificar sus acciones, o mejor dicho, la falta de ellas.
Una de las preferidas es el “no tengo tiempo”.

Seguro que conoces esa. Y que tal “no tengo dinero”, o “ahora no, estoy muy cansado”. No puede faltar el “me siento mal!.
Bueno, la lista de frases que tiene la libre para justificar el abandono, puede ser tan larga como la imaginación que tenga.
Aunque siempre se llega a lo mismo, ahora hablando de la realidad, son simples excusas.

La excusa, a diferencia de una explicación, es que no acepta la responsabilidad. Intenta justificar, o sea, que la culpa es una circunstancia o personas. En fin, no es culpa de la libre que tienen reposando, tal como sucedió en la fábula, en el alma.

Ser una “liebre” significa que tenemos un enorme potencial para triunfar, y por desgano, la falta de disciplina, y sobre todo, el valor de mantener una perseverancia.

Se decide echar al cesto de la basura el orgullo, no sólo para ante los demás, sino para uno mismo, por no mantener tan ni siquiera un plan para perder un par de kilos de barriga.

Ya nos encontramos con la tortuga. Si, ese lento animal que parece que tiene todas las de perder.

Si te fijas bien, tú habrás conocido a unas cuantas tortugas en el camino de tu vida.

Son aquellos que parece que no tienen talentos, no son agraciados, nadie apostaría un duro por ellos.
Y ya los vemos triunfar, triunfar en grande.

Porque se enfocaron en un lo que de verdad había que hacer. Fueron metódicos con el sistema que decidieron adoptar, la perseverancia era tan natural como el respirar, su constancia fue imparable, siendo flexibles en el cumplimiento de su plan.

Podemos aprender de esto que no importa si crees que tienes o no tienes talentos, u oportunidades para ganarte los mejores premios que te tiene el mundo para ti, a cambio de que lo dejes mejor de que cuando llegaste; de algo si es seguro, todos tenemos corazón de Liebre y de Tortuga. La cuestión es cual vas a elegir.

La tortuga ganó porque concentró todos sus esfuerzos en lo que ella era buena, donde estaba su mayor ventaja, su fortaleza: la constancia y la perseverancia.

Enfoca tus fuerzas y tiempo en las áreas donde eres realmente bueno, donde destacas, en eso que eres mejor que nadie.
Recuerda un par de cosas más: debe ser un tema que te apasione hacer, y que le brinde soluciones a los demás. Así, al monetizarlo, podrás vivir de él.

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Thomas Flores.

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