SpanishChallenge 14, Entrada #1: El regalo del emplumado amigo

Tomás era un joven de 24 años, de familia adinerada, algo narcisista y malcriado; al fin y al cabo desde pequeño nunca le faltó nada, y sus padres se aseguraron de eso. Tenía todo lo que pedía, desde lo más inútil e innecesario hasta lo más impresionante y costoso, a su corta edad, contaba con dos mansiones, una al lado de la otra, por si acaso este se aburría del diseño de una, entonces simplemente tendría que pasar a través de un patio interno ridículamente grande, dotado de todo lujo que cualquier hotel “5 estrellas” envidiaría y desearía tener para sus clientes, así pasaría del estilo renacentista, lleno de complicadas figuras y colores llamativos, que posee una de las mansiones hacia el diseño modernista y lleno de escalas de colores pasteles, sin perder una cierta chispa y contraste que creaban estos al combinarse bien, dando un tono cálido, amigable y familiar. Ambas mansiones, llenas de todos los artefactos y dispositivos que él alguna vez haya deseado, para luego simplemente aburrirse de ellos y olvidarles en algún rincón del lugar. No sólo le sobraban posesiones, sino sirvientes y “amigos”, ya que en realidad a tal punto no podía diferenciar entre quién era su verdadero amigo y quién estaba a su lado por interés; a excepción de dos seres, su mayordomo personal Lucas, un hombre mayor cuya edad debía estar rondando los 65 años, quien le había servido fielmente desde su nacimiento y jugó el papel de padre amoroso, ya que sus verdaderos padres estaban “Muy ocupados para atender a su hijo” y “Para eso se le pagaba”, y su mascota, Bobby, cuyo nombre tendía a que confundieran su especie: era un canario pequeño, de plumaje completamente dorado, que había sido un regalo por parte de Lucas en el décimo octavo cumpleaños de su amo, este pequeño compañero era su mejor amigo.

Así transcurría la vida de Tomás, sin emoción ni consideración de cuan grande era su riqueza ni que tanto había derrochado, pero en realidad ¿Eso qué le importaba a él? ¡Era perfecto! O… eso creía.

Un martes, cuando Tomás estaba degustando el almuerzo, sintió una horrible presión en su pecho, que cada vez se hacía más fuerte. Al principio creyó que la comida tenía algo malo, que tal vez estaba envenenada, pero ¿Cómo era posible?¿Acaso el cocinero #15 no estaba contento con su elevado sueldo? No, era algo más, y no tenía que ver con la comida. Rápidamente fue llevado por Lucas al centro médico más cercano. Doctores… El peor enemigo del narcisismo de Tomás, eran los únicos que podían decirle que no era perfecto como él creía, así que durante muchos años se abstuvo de visitar uno, grave error. Después de unos exámenes, era más que obvio lo que había sucedido, el doctor con una mirada triste pero serena, tuvo que decirle al chico que lo tenía todo, que le faltaba lo más importante: tiempo.

Su corazón estaba sucumbiendo ante un mal, que pudo haber sido tratado a tiempo, pero no vió las señales (o tal vez las ignoró) de que poco a poco, estaba muriendo. Tomás rogó al doctor que lo curara, y repetía de manera incesante y desesperada que pagaría todo lo necesario, incluso el triple, solo no quería morir.

Sin nada que poder hacer, volvió a su hogar. Ahora los colores llamativos parecían tan muertos y opacos, las posesiones más inútiles que de costumbre, y su vida hasta ahora, un gran sinsentido. Tomó la jaula de su emplumado amigo, y se sentó en su sofá de diseñador a ver la TV de plasma de tamaño comparable a un cine que poseía en su sala de estar. Ya cercano a las 03:00 am, seguía el joven tirado, ahora sin ver televisión, sumergido en la oscuridad de la sala, con su mejor amigo, llorando y sin esperanzas; decidió charlar con Bobby un rato, de como el doctor dijo que le quedaría cuando mucho un mes, de como desperdició su vida. Miró a su emplumado amigo a los ojos, y fue entonces cuando se dió cuenta de algo, casi como si el canario hubiese propuesto una idea brillante se levantó del sofá, levantó los brazos de alegría y entre una sonrisa y lágrimas dijo “¡Entonces no debo desperdiciar el tiempo que me queda!”.

Y así fue, una semana después, entregó todas sus pertenencias a los empleados de la casa, quienes le habían servido tan fielmente, pero al ser estas tantas decidió ir de puerta en puerta por la ciudad regalando lo que antes era suyo; allí se dió cuenta de qué tanto había derrochado, ya que pudo darle por lo menos una pertenencia a cada casa en la ciudad. En esta semana, sufrió de otro ataque al corazón.

Transcurrido medio mes, decidió donar sus mansiones para fundar orfanatos, bajo el sello y nombre de una misma compañía: “Papá Lucas”. Cuyo propietario sería el fiel mayordomo, quien a pesar de no demostrarlo, estaba destrozado porque estaba a punto de perder a lo que fue un hijo para él.

Ya pasado tres semanas, el joven se notaba con menos fuerza, había sufrido otro ataque. Aún así, continuó con su misión, y entregó todo su dinero a causas benéficas, y regaló todas sus vestimentas, a excepción de unos cuantos cambios de ropa que necesitaría. Ya se empezaba a notar el agotamiento y cansancio del jóven.

Ya pasado un mes, Tomás estaba cansado. No podía consigo mismo, pero su misión no había terminado, le faltaba darle un regalo a un par de amigos: Bobby y él mismo.

Decidió salir una mañana a la costa con Lucas y Bobby, nunca había ido de pesca, y lo deseaba un montón desde pequeño, pero su padre… Bueno, nunca lo llevó. Lucas le dió la ropa que normalmente llevaría alguien que va la costa, y partieron junto al compañero emplumado, y como deseo personal, llevó una cámara para poder tomar una última foto de Tomás, haciendo algo que siempre quiso hacer. Tomás se sentó sobre un tronco y puso la jaula de Bobby a su lado, dijo con una voz que estaba a punto de romperse en lágrimas “Fuiste siempre mi mejor amigo..”

Entonces abrió la jaula, y el ave salió volando a toda velocidad. A Tomás se le rompió el corazón, de alguna forma esperaba que el ave no se fuera, que decidiera quedarse a su lado hasta el final, pero no fue así. Tomás y Lucas pescaron todo el día, mientras el cansancio le ganaba al joven y notaba como se aproximaba la hora. Llegada la puesta del sol, Tomás estaba lleno de felicidad y nostalgia, se despidió de Lucas una última vez mientras recogía las cosas de pesca, ambos sabían que no llegaría a casa. Aún cuando Bobby se despidió con prisa de él, Tomás pensaba en querer ver de nuevo a su emplumado amigo.

Entonces Lucas notó algo en el horizonte, un brillo dorado… Seguido de una gran masa negra, volando. Llamó a Tomás con toda rapidez, y ambos presenciaron lo más increíble que jamás hayan visto.

Una bandada de aves empezaron a volar alrededor de la costa, siendo dirigidas por un pequeño canario, quien se posó sobre el hombro de Lucas. Tomás, tal cual un niño pequeño quedó maravillado con el vuelo de la parvada encima de él, reía y alzaba los brazos en el aire, feliz con la escena que presenciaba ante el final de su vida, Lucas al ver tal felicidad, decidió tomar la última foto. Tomás se sentó en el tronco bajo sus pies, y su emplumado amigo se posó sobre su hombro, él lo miró a su pequeña cara, intentó hablarle pero sus palabras no salieron… Se dió cuenta que no podía hablar ya, se había quedado sin fuerzas, entonces casi como un suspiro, susurró a su amigo “Gracias por volver y darme este último regalo”.

Tomás se desplomó en el suelo con una sonrisa. Lucas se acercó a toda prisa, pero ya no había nada que pudiera hacer. El chico que lo tenía todo, lo dió todo, cuando le faltaba lo más importante: Tiempo.
Cargó su cuerpo al asiento trasero, y condujo nuevamente a la ciudad para llevarlo al hospital, con los ojos llenos de lágrimas. Y al lado de él, en el puesto del copiloto, estaba dentro de su jaula de manera voluntaria, el emplumado amigo.

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