Rach tómo la decisión y le dijo a Fredo que “sí” en medio de la algarabía del brindis, ya es hora de comenzar a prosperar y terminar con ese ridículo mito que mantuvo a su familia en la pobreza, mientras todos sus vecinos prosperaban y se hacían cada vez más ricos explotando la fértil tierra de esta isla, en tanto que su padre moría lentamente en la miseria más absoluta por no poder cultivar.
La cara de alegría de Fredo no tiene parangón con las de los otros que están presentes en el bar, por fin había logrado convencer a Rach de asociarse con él para poner a trabajar la tierra muerta que heredó de su padre. Si lograba tener éxito, Fredo podría demostrarle a su familia que él también podía construir toda una fortuna invirtiendo en las tierras de la isla, como lo habían hecho todos los miembros de su familia.
Pero no todos los presentes en el bar se contentaron por la decisión que había tomado Rach, los más viejos del pueblo lo miraban con tristeza mientras movían sus cabezas de un lado a otro en señal de desaprobación. Uno de los más viejos del pueblo se le acercó a Rach para hacerlo entrar en razón, y le dijo enérgicamente: “no tumbes al hombre árbol, tu felicidad vale mucho más que todo el dinero que puedas llegar a ganar cuando esas tierras vuelvan a ser fértiles y productivas”. Rach miró al viejo con desden y le increpó que él también era responsable de la situación que vivió su familia, porque él también difundía ese ridículo mito sobre la maldición de los hombres árbol, que había destruido no sólo a su familia, sino a todas las antiguas familias que habitaban la isla, y por culpa de todos los viejos que estaban allí presentes, es que todas las tierras fértiles pertenecen ahora a la familia más pudiente que ha venido de otros lares a instalarse en la isla. El viejo esbozó una sonrisa triste y le dijo a Rach, sí todo es un mito, entonces ¿ por qué nada crece en varios kilómetros alrededor de los hombres árbol?, ¿por qué se les escucha llorar cuando un árbol es talado en algún sitio de la isla?, y ¿por qué sólo los primogénitos de su descendencia pueden escuchar sus voces?
Fredo decide participar en la conversación entre el viejo y Rach, está preocupado de que Rach se deje convencer por las historias de los viejos, y entonces para poner en evidencia al viejo le pregunta ¿Y cómo se puede evitar la maldición de los hombres árbol? El viejo le responde que sólo otro hombre con un corazón más envilecido por la codicia puede matar a un hombre árbol sin que su primogénito se transforme en hombre árbol. Y el viejo, sin que nadie se lo hubiese pedido comienza contando la historia, y dice que hace más de cien años los hombres que habitaban la isla habían talado todos los árboles que existían, sólo por codicia, para vender su madera y hacerse muy ricos, pero una deidad al ver tal devastación, decidió castigar a todos los hombres, a las cabeza de familia en la isla, transformándolos en hombres árbol, y cada vez que un hombre árbol era talado, su primogénito o el primogénito de su primogénito, debía tomar su lugar, hasta que el último hombre de esa descendencia muriera. Antes de retirarse el viejo terminó diciendo, ¡nada puede crecer en las tierras de esas familias mientras que los hombre árbol estuvieran allí!
Fredo mira a Rach y le dice, nosotros somos más codiciosos que cualquiera en esta isla y tenemos el corazón envilecido porque queremos ser groseramente ricos. Rach levanta su vaso de cerveza y propone un brindis, diciendo, mañana talaremos el último hombre árbol que queda en la isla.
Rach y Fredo caminan por las tierras que se hacen cada vez más infértiles a medida que se van acercando al lugar donde está ubicado el hombre árbol. Rach lleva una gran hacha afilada que ha pertenecido a su familia por generaciones, desde la época en que eran una familia próspera y feliz, como el resto de los habitantes de la isla. Lo que no sabe Rach es que lo hombres árboles sólo se pueden talar justamente con esas hachas.
Llegan justo al mediodía donde está ubicado el hombre árbol, el viento que siempre sopla fuertemente alrededor de ellos, como si los estuviera castigando al hacer crepitar sus ramas, le dificulta a Rach manejar el hacha adecuadamente. Rach lanza el primer hachazo en lo que es la cara del hombre árbol, y éste se estremece todo y sus ramas vibran con el golpe. Rach también se lastimó al dar ese primer hachazo, sintió un fuerte escalofrío por toda la espalda que lo hace gritar una jerigonza, tal vez vulgar, y apoyarse sobre el tronco del hombre árbol. Luego de recuperarse, Rach vuelve a lanzar hachazo trás hachazo, carcomiendo el tronco del hombre árbol hasta que éste se hace cada vez más estrecho para sostener a todo el árbol en pié. Rach intenta echarse para atrás para evitar que cuando el árbol ceda, no caiga sobre él aplastándolo, pero se da cuenta de que no puede moverse. Fue tal su concentración en tumbar el árbol que no se dio cuenta que se estaba hundiendo ligeramente en la tierra, y sus pies ya no se veían debajo de la tierra. Rach se pone nervioso porque comienza a escuchar unos pequeños alaridos de dolor que parecen provenir del hombre árbol, acerca sus orejas al tronco y ahora cree escuchar que el árbol está llorando. Rach mira a Fredo, y le pregunta ¿Escuchas eso? Fredo le responde que no, y que termine de tumbar el árbol para que las tierras comiencen a recuperarse, para que los dos puedan ser ricos dentro de un par de años.
Rach continua golpeando con el hacha el tronco del árbol hasta que este ya casi ha cedido y está a punto de caer, en ese momento Rash cae en cuenta además que todo su cuerpo le duele por todos lados y decide hacer una pausa.
El hombre árbol cae y Rach escucha impactado la última frase que exhala el hombre árbol: ¡Soy tu bisabuelo!
Rach inclina su cabeza en dirección al zenit mientras las lágrimas van brotando de sus ojos, los cierra y comienza a escuchar atentamente el ulular del viento pasando a través de las ramas del árbol caído; muy en lo profundo de su alma, sabe que ahora ese es su destino; se está convirtiendo en el último hombre árbol…
Fredo toma el hacha, mira a Rach y le dice, lo siento amigo pero en un año te tengo que talar, porque es así como todos en mi familia nos hemos adueñado de todas las tierras en esta isla.