SpanishChallenge #14 Entrada 1 - Dragón de Fuego

Corriendo descalzo y casi desnudo un niño hunde sus pies sintiendo cada grano de la tibia y fina arena, su mirada puesta en las aguas, olas y espumas que llegan junto con un refrescante y húmedo viento proveniente de muy lejos, allá, donde el azul del cielo cae como una fina pared cuyo piso es el mar. Se detiene en la fría orilla, se sienta y ríe poniendo sus ojos en lontananza. El niño espera a su padre que por una extraña razón sabe exactamente la hora y el lugar que en la inmensidad de las aguas aparecerá el fino mástil de la lancha de madera de su papá, observa como ese palo vertical aumenta su altura y debajo de él se descubre poco a poco la proa de la embarcación que se hace grande a medida que se acerca. Del otro lado el hombre mira al niño como un diminuto punto en la abierta y ancha arena de la orilla, un punto que se mueve junto con el bamboleo del bote.

El único tripulante es un pescador del lago, quien ha salido en la madrugada a buscar la principal fuente de sustento de su familia, seis hijos y su esposa, hace esta faena desde hace veinte años. Al aproximarse a la orilla apaga el motor de su lancha que se desliza suavemente en las quietas aguas para atracar en la orilla, el chiquillo se aproxima y nota que el rostro bronceado y marcado de su padre evidencia una amargura que presagia en la mente del niño que la pesca de su padre fue mala.

Es el quinto día que los pescadores de este lago tienen mala pesca, no solo eso, algo está pasando con las aguas, las redes salen con objetos de metal, vidrio, plástico y pocos peces vivos, muchos de estos presentan horribles malformaciones, abren su hocico y expulsan negros fluidos de su interior, algunos comentaban que habían aparecido en el patio de sus casas pájaros muertos y mujeres aseguraban que hacía tiempo que no se veían las bandadas de aves que pintaban el cielo del pueblo. Toda la comunidad pesquera se reunió y organizó como pudo tratando de manifestar lo que sucedía por todos los medios escritos, de radio y televisión, pero todo el esfuerzo fue en vano.

Parándose de la cama una de las tantas noches de insomnio, el pescador salió al patio, se sentó en un viejo mecedor y mientras fumaba un cigarrillo pendulaba hacia adelante y hacia atrás, una y otra vez, como queriendo sacar de su mente tantas preocupaciones, pensaba en tomar la decisión de irse con su familia, generaciones enteras de pescadores ya habían abandonado el pueblo. Dejó de mecerse, lanzó con sus dedos el cigarrillo hecho colilla y se levantó, caminó hacia un árbol y desde allí miró su vecindad, escuchaba el rumor de las olas llegando a la orilla de la playa, miraba las casas de sus amigos ya vacías y las calles muertas, calles que antes estaban llenas de vida, repentinamente un impulso casi involuntario lo hizo salir de su casa, caminó hasta la orilla de la playa donde se paró a observar el mar, el fuerte viento chocaba contra toda su humanidad, sus pies se mojaban hasta los tobillos, y allí parado como una aparición en medio de la noche su mente viajó en el tiempo, recordó a su abuelo, a su padre y a sus tíos, todos ellos pescadores, y de cómo su pequeño hijo lo esperaba todos los días en esa orilla donde estaba parado, en ese trance de recuerdos y nostalgias una ola salpicó su cara y lo hizo despertar, el salado del mar en su boca se confundía con el de sus lágrimas.

Secándose el rostro con sus manos siguió andando por toda la orilla, volvió su mirada al horizonte de donde emergía un resplandor que ya había visto toda su vida, era tal su brillantez que competía con la del mismo sol crepuscular de la mañana y de la tarde, pero esta vez lo observaba desde la orilla y no desde alta mar como siempre la había visto, era como una gigante antorcha que resplandecía a lo lejos, todos sabían que esa roja luminosidad provenía de una inmensa torre de acero, de ella se levantaba verticalmente una tubería que lanzaba llamaradas de fuego producidas por la combustión de un gas, recordó que su padre le había comentado que desde que se construyó esa torre “escupe-fuego” el lago había comenzado a cambiar, también le aseguraba que ese fuego estaba envenenando de alguna manera el aire, las aguas, los peces e incluso a los habitantes del pueblo.

El pescador comenzó a indagar y concluyó que posiblemente las personas se acostumbraron a ver esa luz y que por ignorancia no pensaron que con el tiempo ese dragón metálico terminaría contaminando totalmente las aguas y su entorno que incluía a su tan querido pueblo pesquero. Reflexionaba y dudaba de sus elucubraciones pero de repente sus pies tropezaron con un pájaro muerto, lo tomó con sus frías manos y sintió una mezcla de rabia y tristeza, para él esto era como una especie de señal de la naturaleza, y se convenció de que la fuente del mal provenía de esa monstruosa antorcha. Corrió al pueblo y llegó a su casa, allí levantando de la cama a su familia les explicó las razones de lo que sucedía, que había que hablar con la gente y organizarse para destruir ese faro de fuego. Salió de su hogar con sus seis hijos y comenzó a llegar a las pocas casas que quedaban habitadas.

Las primeras familias que lo recibieron escucharon sus explicaciones, les hablaba de la necesidad de organizarse y salir a destruir lo que él describía como un dragón de acero, pero la gente no quería participar en esta misión que consideraban peligrosa, se comenzó a murmurar por todos los alrededores que el pescador se había vuelto loco, que sus ideas eran imposibles. Los pueblerinos que aún habitaban allí habían cambiado muchos sus hábitos, ya no comían pescado, salían a mercados improvisados que hacían entes gubernamentales y compraban productos que provenían de otros lugares, se conformaban con llevar una vida sumisa, esperando lo que pasara en sus vidas sin esperanzas de ningún tipo. El pueblo ya no era un pueblo pesquero ni mucho menos alegre.

Pero el pescador se negaba a adaptarse a la situación, pensaba que las cosas podían cambiar de una u otra forma, él y su familia eran los únicos del pueblo que se resistían a quedarse estáticos o inertes ante la situación reinante, tenían esperanza de poder cambiar todo, de que el pueblo volviera ser lo que fue, que regresaran los peces, los pájaros y la alegría perdida, y la solución estaba en destruir al dragón de acero. Cansado de buscar apoyo en sus vecinos y a irse del pueblo, tomó a su familia y se embarcó con cinco de sus hijos varones en la lancha, salió temprano y se hizo a la mar, dejando en la orilla al hijo menor y a su esposa, a medida que se alejaba, el niño agarrado de la mano de su madre miraba como su padre y hermanos se alejaban de la costa.

El pescador nunca se había se había adentrado tanto en el lago, observó junto con su tripulación que a medida que se acercaba a la antorcha las aguas se hacían turbulentas, con olas cada vez más grandes, pero su determinación era inquebrantable, las cartas estaban echadas y no había vuelta atrás, tenía que luchar contra el dragón de fuego y derrotarlo. Llegaron frente al monstruo, miraban su colosal tamaño y como desde lo alto de su larguísima garganta expulsaba lenguas de fuego en forma constante. La embarcación se movía de arriba abajo con fuertes choques contra el agua, era difícil mantenerse a flote y maniobrar el bote, tomaron unas gruesas cuerdas de amarre y con ellas sujetaron con fuertes nudos las grandes patas metálicas del dragón, cuando estaban bien apretadas tomaron los extremos libres de los cabos y los sujetaron a la embarcación.

Encendiendo con violencia y poniendo a toda potencia los motores de la pequeña lancha pesquera, trataban inútilmente de tumbar al poderoso dragón, el bote subía y bajaba con el fuerte oleaje pero no avanzaba ni un centímetro, el motor comenzó a humear y al poco rato estalló en pedazos provocando un incendio en el bote, el fuego junto con los pedazos de metal impactaron en el pescador, sus hijos fueron en su auxilio, herido en todo su cuerpo le pidió a los hijos que no abandonaran la lucha, pero ellos ya la creían perdida, el bote se comenzó a hundir. Al otro lado en las orillas de la playa el niño y su madre esperaban el regreso de sus seres queridos, el pequeño con su mirada en la lejanía anhelaba ver de nuevo el fino mástil de la lancha de su padre, pero esta vez no lo divisaba por ningún lado, en su inocencia presentía que algo andaba mal, sintió miedo, y le pidió al mar que ayudara a su padre, que lo trajera con vida como siempre lo había hecho.

Mientras tanto, en el bote todo era confusión y desesperación, los hijos del pescador trataban de evitar el hundimiento de la nave, y a la vez salvar a su padre que parecía agonizar. Repentinamente el mar enfureció, las olas eran cada vez más grandes y por una extraña razón golpeaban las bases metálicas del dragón de acero, impactaban con tanta furia que la enorme torre se comenzó a balancear, el pescador miraba lo que sucedía y los hijos buscaban la manera de quitar los amarres del bote para desligarse del dragón, pero su padre se los impedía con gritos, les decía que no quitaran las ataduras, que era necesario ayudar al mar para derribar al monstruo.

Las aguas seguían golpeando sin cesar al gigante hasta que se comenzó a oír un sonido metálico muy fuerte y seco, el pescador y sus hijos miraban como el dragón expulsaba su fuego devorador como gritando de dolor, sus patas se quebraron y asombrados veían cómo caía. Vomitando sus últimas llamaradas, cayó en las aguas haciendo una especie de valle líquido que se cerraba arropando todo el metal, su llama agonizaba y en segundos de su boca salió una inmensa y larga figura de gases humeantes.

El dragón de acero comenzó a hundirse en las profundas aguas, pero los amarres arrastraban lo que quedaba de la embarcación junto con sus tripulantes, era como si el dragón quisiera llevarse consigo a sus verdugos. Los hijos trataban de zafar los amarres pero no podían, entonces el pescador se lanzó a las aguas y tomo un pedazo filoso de metal que flotaba sobre una pieza desprendida del bote, comenzó a cortar uno de los cabos con una fuerza que parecía sobre humana, lo hizo con todos los amarres, desprendiéndose de su temible e insistente opresor, provocando un rápido movimiento de todo lo que unía las cuerdas: al bote, al dragón y al pescador, estos dos últimos se hundían en el mar y en sentido opuesto el bote se levantó de las aguas y al caer en ellas se partió en dos, los hermanos miraban cómo su padre se hundía mientras el bote se despedazaba.

Los hermanos se lanzaron al agua tratando de salvar a su padre, pero un extraño suceso aconteció repentinamente, del lugar donde el pescador se había hundido vieron salir una cantidad inmensa de aves, parecían cardúmenes que salían volando. Frente a tal asombro, dos de los tres hermanos se sumergieron a su auxilio, pero no pudieron ver rastros de su padre, volvieron a la superficie y junto a los demás trataban desesperadamente de nadar hacia una pieza de la destrozada lancha que flotaba en el mar sin éxito alguno.

Cada vez que se acercaban el pedazo de material se alejaba de ellos, entonces comenzaron a pensar en la posibilidad de tener el mismo destino que su padre, ahogarse en las impías aguas del mar, sus brazos y pies no daban para más, ya a punto de sucumbir al agotamiento, vieron sorprendidos cómo desde el cielo las bandadas de aves que habían salido del mar se posaban todas sobre la pieza de madera que parecía que huyera de ellos, las aves aleteaban y comenzaron a acercarla a los cinco muchachos que estaban por ahogarse, los pájaros no dejaban de mover sus alas llevando el salvavidas de madera a los hermanos que desesperadamente se agarraron de él. Las aves tomaron dos pedazos de cuerdas que quedaron sujetas a la madera, empujaban la pieza remolcando a los muchachos.

La madre y su hijo seguían en la orilla de la playa, entonces a lo lejos vieron venir al grupo de aves, el niño sonrió y apretó con su menuda fuerza la mano de su mamá, las aves se acercaron a ellos y soltando los amarres dejaron ver a los cinco náufragos que llegaban con vida a la orilla. La madre y el niño corrieron en su auxilio a recibirlos con esa expresión de alegría eufórica, esa que se expresa cuando se recibe lo esperado; pero faltaba uno, el pescador no estaba con ellos.

Los cinco hermanos contaron a su madre y a su hermanito todo lo sucedido, lloraron de dolor por la pérdida cruel e irreparable, pero el suceso de las aves dejó en el niño una especie de epifanía que a pesar de lo ocurrido le daba una extraña alegría, en su mente se le reveló todo lo ocurrido como si él también hubiese estado allí y se convenció de que las aves que salieron de las aguas y ayudaron a sus hermanos era su padre convertido en una bandada de milagrosos pájaros.

Con el pasar de los años estos acontecimientos se convirtieron en una especie leyenda de un pueblo ahora próspero, lleno de belleza, abundantes peces y de gente alegre. Esta leyenda la bautizaron los pobladores del lugar como El Pescador Salvador, un pescador que junto a sus hijos mató a un dragón de acero, le devolvió sus peces al mar y sanó el aire que todos respiraban, un hombre que fue capaz de convertirse milagrosamente en miles de aves y salvó a sus hijos. El sol del amanecer y atardecer ya no tiene competencia en el horizonte, y en ese pueblo siempre hay un muchacho, ya grande, que por alguna razón sabe exactamente el momento y el lugar donde aparecen en el cielo las bandadas de aves, una bandada de aves que todos al ver dicen: - Miren en el cielo, ¡allá vuela El Pescador Salvador! -

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