La casa de Marta Pintuco
La casa más famosa de Medellín, ubicada en Lovaina para después trasladarse a Antoquia, representaba el mito y el misterio.
El refugio de los sedientos, de los misteriosos caballeros entre ellos se destacaban Gerentes, de la Banca y de prestigiosas familias, que allí dejaban sus penas, saciaban sus deseos, y copulaban sin culpa, a tal punto su osadía, que solo allí, sus más retorcidas fantasías sucedían en medio de un caos aparente, teniendo finalmente como objetivo su premio de consolación.
Todo transcurría entre vicios, copas, y desorden, donde la fiesta no paraba, donde el sudor era el protagonista, y la infidelidad el mejor afrodisíaco.
Pero no solo eso sucedía en la casa de Marta, todos se refugiaban allí, para embriagar también lo que de ellos rechazaban, besos por doquier sin recordar rostros ni labios al día siguiente, pero por esas piadosas horas, se olvidaban de quienes eran.
Nunca querer ser encontrados en esas horas, para perderse en esa libertad o en su propia cárcel.
Encontraban atención que afuera ya no obtenían, podían dormir sin ser despertados y ser amantes a cada hora del día, tocar, sentir, escudriñar sin tener que preguntar si quiera el nombre de nadie, el gozo y el placer eran la orden del día.
La grotesca mezcla de lo carnal, con lo humano y la niñez, protagonizaban cada fiesta, entre risas malsanas, inocentes miradas ya acostumbradas a semejante espectáculo, pero al caer la noche, solo una estela de silencio allí reinaba.
Grandes sumas de dinero, si, el que siempre manda, se pagaban por tiempo, sexo, compasión, cuidados y hasta lástima, yo te pago y tú me consuelas, aquí hay dinero, no quiero preguntas, dame lo que quiero.
Esos caballeros con damas sin rostro que recordar, mantenían en pie la casa de Marta, que con elegancia y un espléndido atractivo, de rostro hermoso, de notoria inteligencia, sabía negociar sin titubeos y hacerla inolvidable y única.
Muchos se quedaron con las ganas de pisar tan famosa casa, mundana, inmoral, misteriosa, ardiente y llamativa, no poseían los recursos para pretender ser cliente, solo les quedaba ahogar sus penas y miserias sentados en viejos bancos de parques sombríos y con la vista perdida , por no tener el poder adquisitivo de participar y disfrutar de tan golosa y llamativa fiesta que representaba dicha casa, y entender que era y siempre sería inasequible la misteriosa y afanada casa de Marta.
La Casa de Marta, el mito de un soñador.
Carolina Idrogo
Para finalizar quiero compartir con una corta reseña de su biografía, la imagen de Marta Pintuco.
Nació en el municipio de Yarumal (Antioquia) en el año de 1921.
“Fue en su plenitud una mujer trigueña clara atractiva, con ligeros rasgos de mulata y gran sexapil”. En la década del 50 administró la casa de leocinio más famosa de Medellín instalandola en Lovaina, luego tuvo que trasladarla al barrio Antioquia. “Al negocio de la Pintuco asistieron señores gerentes de compañías; miembros de familias muy prestantes políticos y hombre de la banca… Tan acogedor era el lugar, que muchas veces las familias de ellos, luego de preguntar en las inspecciones, cárceles y el anfiteatro por ellos y nadie darles razón alguna, iban por ellos a la casa de doña Marta y preciso; allí los encontraban en plena convalecencia “.
Imágenes extraídas:
Casa de Marta Pintuco: cortesía de @cervantes
Pintura realizada por: Fernando Botero, pintor, escultor y dibujante colombiano.
Marta Pintuco: google.com
legadodeantioquia.files.wordpress.com
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