Concurso Cervantes: 6ª Entrega

Machismo en Latinoamérica.


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Fuente



Oye mamita vente pa' acá que te quiero
¿o es que creías que el mundo se construía
con mucho trabajo y esfuerzo?
Nada que ver, todo está en el cochino dinero
Te doy de a cien y calla a tu hijo
mándalo a jugar o que se haga el muerto.
Mamita, ¿te ofrezco un cigarrillo?
Esta noche es nuestra noche
o quizás solo la mía,
porque en esta gran cultura
el que siempre goza es el hombre.


Demás está decir que en las sociedades latinoamericanas de la época en la que creció Botero y podríamos decir que aún, se vive un machismo intenso e incluso propiciado por la misma mujer. La pintura evocó en mí esa decadente característica que identifica a todo un continente. Es una historia cíclica en los pueblos más remotos de nuestra América Latina (más que en ciudades) en la que niños que luego se formarían hombres de familia, crecen con madres prostitutas y con alguna suerte de complejo de Edipo o alguna afección no superada a la madre, se desenvuelven entre prostitutas a lo largo de su vida, quiero decir, desde el punto de vista activo, aunque sepan ellos por carne propia, que detrás de toda prostituta puede haber un hijo, un niño como él, cuyo destino podría quedar marcado a ser la repetición del hombre del pueblo.

El machismo lo veo principalmente en la mirada cómplice y vigilante de la señora mayor desde una de las puertas del cuarto. Puede jugar el papel de una de esas muchas mujeres, figuras maternas para varios hombres, que acepta ciertas conductas solo porque para un hombre es socialmente aceptado, pero en la mujer las denigra y rechaza totalmente. El machismo en América Latina ha sido también una forma de exteriorizar los más cochinos vicios de nuestras sociedades para sobrellevar el vacío de la existencia como lo son los excesos de cualquier tipo: en la escena vemos numerosas colillas de cigarro en el piso, una botella de alcohol, comida abundante pero también decadente; pobre, al final de la escena, de cuando quedan las sobras y la existencia se vuelve más vacía y solitaria. Por último y el más evidente vicio que cubre esta pintura: el sexo. Todos estos excesos para que sea más fácil maquillar nuestras caras de indiferencia a los profundos conflictos que tenemos como sociedad y además los miedos a la soledad y al vacío de la existencia misma. Ese maquillaje, esa máscara, es la que veo en las pocas expresiones que transmiten los protagonista del cuadro.


Espera,

no te vayas aún:

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