Una fría tarde en New York el pintor y escultor Fernando Botero sale a un lugar que está a dos esquinas del hotel donde se hospeda. Se dirige a una cafetería, algunos amigos le han dicho que allí venden un exquisito café colombiano, tiene algún tiempo que no va a su país y nada mejor para recordarlo que el aroma y el sabor de un buen café de su tierra. Al llegar al lugar toma asiento y es atendido inmediatamente por una bella dama, toma su orden y al buscarla deja a la vista de Fernando un hombre que a dos mesas de distancia lo mira fijamente, éste último se levanta y se dirige al pintor que al verlo aproximar lo reconoce, - ¡No puede ser, es Rafael Núñez! -, dice sorprendido Fernando, se saludan y se dan un fuerte y emocionante abrazo seguido de fuertes palmadas en la espalda, el sonido de los espaldarazos son tan fuertes que llaman la atención de algunas personas en la cafetería. – Tantos años sin verte amigo mío. Claro, ahora eres famoso –, le dice Rafael al pintor en medio de sonrisas y emociones.
Después de la efusiva salutación, los dos viejos amigos se sientan juntos a tomar ese rico café que los ayudará a recordar tiempo pasados; ambos tienen sesenta y nueve años y estudiaron juntos en el Liceo de la Universidad de Antioquia en Colombia, no se veían desde hacía medio siglo, pero su amistad fue tan fuerte que se reconocieron casi al instante a pesar de los cambios faciales y corporales que trae inexorablemente el pasar de los años. Entre tantos recuerdos y añoranzas Rafael le pregunta a su amigo - ¿Te acuerdas cuando llegaste al liceo?, te volviste famoso solo al llegar, pero no por tus pinturas, sino porque todos sabíamos que te habían expulsado del colegio de los jesuitas en Medellín-, una carcajada pícara y emocionante expresó Fernando al recordar aquello y le dijo a su amigo, - claro, ¿cómo no recordar aquello?, me expulsaron por haber hecho un artículo sobre Picasso y el inconformismo en el arte, a ellos les pareció algo muy obsceno. Ahora me río, pero para mí fue algo muy preocupante... Recuerdo que me quitaron la beca y fue entonces cuando me trasladé a Antioquia a estudiar en el liceo-, - bueno, pero dime si no la pasamos bien allá -, le recordaba Rafael prosiguiendo con sus cuentos de juventud.
– ¿Te recuerdas cuando ya estábamos graduándonos, ya teníamos la mayoría de edad, y decidimos echar aquel viajecito a Yarumal? -, le pregunta Rafael al pintor, trayéndole recuerdos a su mente que pensaba que ya había olvidado, y golpeando suavemente la mesa con una expresión de astucia y nostalgia a la vez le contesta a su amigo, – ¡claro que lo recuerdo!, principalmente nuestra visita a la casa de Marta Pintuco, ¡allí fue donde nos graduamos de macho! -, - exactamente, Fernando, esa misma visita. Allí fue que nos quitaron aquellas mujeres tan buenas esa virginidad que siempre ocultábamos, mintiendo que ya éramos machos -, le dice Rafael a Fernando soltando una fuerte carcajada e intercambiando miradas cómplices en ese café tan distante en el tiempo y el espacio de aquella primera experiencia pecadora en la casa de Marta Pintuco. Los amigos siguieron recordando hasta tomarse tres tazas de café, salieron los dos de la cafetería y se despidieron con otro fuerte abrazo caminando cada uno en direcciones opuestas esperando que el azar de destino los reencontrara otra vez.
Devuelta en su aposento, con los recuerdos y sentimientos a flor de piel, Fernando se acuesta en su cama, y virando su cuerpo comienza a ver por la ventana, como sabiendo que recibirá las musas del arte que lo harán trabajar con su caballete y paleta, siente la insaciable necesidad de expresar con su pintura esos recuerdos que le hizo evocar su amigo Rafael. El artista piensa que el recuerdo que más sintió y lo alegró fue esa visita con su amigo a la casa de Marta Pintuco, allí él vivió su primera experiencia sexual y desbordó una serie de emociones propias de su juventud, un recuerdo que estaba allí escondido en esos lugares de la mente, esperando el momento preciso para salir después de cincuenta años. Pero, ¿por dónde empezar?, fueron tantas las experiencias en esa casa de citas; entonces frente al lienzo comienza a trasladar su mente a aquel día y los recuerdos comienzas a florecer uno por uno.
Recuerda Fernando que al llegar a la casa de citas en el dintel de la puerta había un bombillo rojo, color que ya despertaba sensaciones en las cabezas de los jóvenes. Al tocar en la madera de la puerta, un orificio dejaba ver el ojo experto que observaba bien quien tocaba, y decidía a quién dejaba pasar y a quién no, suenan los cerrojos y los dejan entrar, los nerviosos jóvenes están dentro de la casa de Marta Pintuco.
Lo primero que recuerda el pintor es la cantidad de personas en la antesala, todos conversando amenamente, las mujeres vestían semidesnudas de enagua, pantaletas, sostén, medias (pantimedias) y zapatos de tacón alto; notó que todas ellas tenían las uñas de las manos pintadas de rojo. Había hombres conversando con algunas de las chicas, otros hablaban entre ellos, otros estaban sentados simplemente mirando y la mayoría fumaba y bebía. El ambiente se cargaba de humo, pero sólo en ciertos lugares, al caminar era inevitable pisar la gran cantidad de chicotes de cigarrillos fumados y a medio fumar; a pesar del desorden Fernando recuerda sentir cierto orden en ese ambiente, los olores eran estimulantes, como una mezcla de alcohol y tabaco capaz de despertar sanciones y le quitaba todo tipo de pudor.
Fernando frente al lienzo no le ha puesto ninguna pincelada aún. Recuerda el azul índigo de las paredes que se aclaraba con la luz de los bombillos y el verde pino de las puertas, éstos son los primeros colores que prepara en su paleta. Entonces viene a su memoria que a él y a su amigo se les acercó una mujer como de treinta años de edad, ella vestía diferente a las demás, era elegante y con un largo cigarrillo en su mano que lo fumaba de una manera muy sensual pero no vulgar, se les presentó como Marta Pintuco. Fernando y Rafael muy tímidamente le expresan sus deseos y ella llama a dos de sus chicas, ellas se acercan y Marta se las presenta, la sensualidad de las chicas descontrola a los inexpertos muchachos, las damas calman a sus impetuosos clientes hablando con ellos y diciéndoles que deben esperar en un cuarto.
Fernando recuerda que la chica que estaba con él, lo llevó a buscar un cuarto, pero en este había un hombre conversando con una mujer que vestía rojo, llevaba el pelo sujeto con un lazo azul. Entonces el pintor se dispuso a preparar estos nuevos colores, pero aún no había hecho ningún boceto sobre el lienzo, tiene las imágenes en su mente pero aún no sabe cómo plasmarla en un cuadro. Sigue recordando detalles de aquella casa y recuerda que fue con la chica a otra habitación, allí había un hombre desnudo arropado con una sábana verde, el hombre fumaba tranquilamente y a un lado de la cama había un plato de comida a medio comer. Luego se van a otra habitación y allí hay un bebé jugando sobre unas sábanas, a su lado un hombre completamente dormido pero este estaba vestido con todo y zapatos, logró ver en este cuarto una botella de ron vacía en el suelo y un plato de comida terminado.
Al final llegan por fin a una habitación vacía, Fernando notó que todos los cuartos eran iguales, una cama, una o dos sillas, un espejo al lado de la cama, un pequeño baño sin puertas y a oscuras, todas las paredes del mismo color y una bombilla colgando de su cable para alumbrar el cuarto. El pintor recuerda que su acompañante lo sentó frente a ella, luego comenzó a quitarse las pocas ropas que tenía y las colocó en una silla que estaba a su lado, luego por algún motivo, como con cierto pudor, la chica le dio la espalda para quitarse el sostén; en ese momento medio abrieron la puerta y una señora se asoma medio cuerpo y nos ve diciendo– Ah, ocupado también. Perdón -, Fernando Botero al recordar esto comenzó a hacer sus bosquejos sobre el lienzo convencido que plasmaría ontológicamente en una habitación toda la experiencia vivida ese día, cada detalle que recordó lo pintó imprimiendo en sus pinceles el volumen característicos de sus pinturas, en una pintura sin tiempo, con protagonistas y objetos sin sentimientos, sin intelecto y sin moral; una pintura que al verla sólo el observador juzgue e interprete.
Concurso patrocinado por el witness @cervantes. No te olvides de votarlo en la siguiente página: http://www.steemit.com/~witnesses