Aparato eléctrico violeta

Todo el mundo opinaba que no merecían otra cosa. Habían construido, con dedicación antimecánica, una educación del sentimiento sin permiso que les llenaba el tramo que existe entre el corazón y la garganta de estrellas laberínticas interposibles, formando luego parte de sí mismos. Pero ellos sabían merecer desertar de las batallas que tuvieran otro fin que la solución del contratiempo, por menos no se ensuciaban las manos.

Todo el mundo pensaba que en sus actos estaba su castigo, que nadie debe atreverse a observar a Dios de frente y guiñarle un ojo, antes de aconsejarle que deje de contravenir las leyes vestidas de aparato eléctrico violeta. Eran mirados con pena por todo el mundo, pues de todos lados los echaban, cumpliéndose así el infausto destino que ellos mismos estaban creando. Pero también notaba todo el mundo, al verlos, el peso de las sombras atadas a los tobillos de todo el mundo, y la contracción espontánea, sospechada pero escrita en extranjero para disimular su cadena, conseguía calentar el acero de su odio, y entonces ellos escapaban en cuanto podían, nada les merecía esa pena.

A veces, miraban despacio cómo pasa el río por Ofelia, para después mojar sus pies en el agua que ya se ha ido, dejando huellas que el aire besaría hasta dejarlas como si nunca hubiesen germinado. No entendían cómo la gente no llenaba las noches para dar gracias al olvido y recordar hasta el más mínimo detalle de cuando eran sólo peces dentro de una bolsa con comida, aunque tampoco era el caso de dar un especial interés al hecho, porque para ellos estaba claro que saltaremos solos el último obstáculo conocido, como si todo el mundo nunca hubiese estado.

10995630_906589392736157_8134286698393054556_n.jpg

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
13 Comments