El Teatro de la Vida

  Era una tarde plomiza, podía pertenecer a cualquier día, pero no, era un día con características especiales para John Daniel, era un día donde le tocó reflexionar sobre los últimos meses transcurridos, sobre las últimas semanas que habían pasado. Ya pensaba que no resistiría más, ya había tomado una determinación, renunciaría a su trabajo, no soportaba o no entendía, estar de subalterno ante un jefe que no manejaba las situaciones de trabajo de manera profesional, cada semana cuando había reunión de grupo departamental y escuchaba las palabras de su jefe, especialmente cuando éste decía “hay algunas acciones que tenemos que implantar, que ejecutar, pero realmente, no sé como deberíamos llevarla a cabo, realmente tenemos mucho trabajo, pero no opiné nada ante mi superior porque verdaderamente no tenía idea de cómo preguntar, abordar o presentar un análisis de lo planteado”. 

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   Esta escena se repetía semana tras semana, en cada reunión de grupo departamental, para John Daniel, todo estaba muy claro, el silencio de su jefe ante su superior, era la manifestación, de su falta de experiencia, de su falta de preparación para un cargo que lo desbordaba, y lo peor era que John Daniel entonces pensaba, meditaba, que esa escena tan mal presentada y actuada, tenía que ser salvada, superada por un actor con un rol secundario y era él mismo. Debía entonces educar a su jefe, si haciendo los mutis necesarios, para que el público no notara la deficiencia de su jefe, el actor principal.    

   La tarde plomiza se cubría de sombras, y John Daniel pensó en continuar su reflexión frente a un buen trago, en el bar que desde siempre visitaba, para comentar su malestar y compartir su incomodidad, tomó el celular y llamó a su gran amigo Juan, su compañero de tantos años y con quien no le importaba compartir sus historias. Realmente más que compartir sus historias, era protagonizar una escena más de la vida misma, en este caso con su amigo, pero con un público invisible, porque presencialmente no estaban en el sitio, pero con un peso mayor pues estaban en su mente, en la primera fila de su mente, ese público era su familia, su núcleo familiar, o sea, su familia y sus hijos.   

   John, tomó rápidamente su trago, era una cerveza, siempre decía que la cebada proporcionaba un alimento extra con la bebida, que convertía al licor de la cerveza en algo no pecaminoso, y así, no le importaba beber unas cuantas, pues, se estaba alimentando, este análisis siempre causaba riza entre sus amigos. Poco tiempo después llegó Juan, sin embargo, ya John había acumulado tres cervezas en su cuenta.   

   Una vez que Juan hizo acto de presencia, comenzaba esa escena, la cual podríamos llamar, acto ante un público virtual, la familia, en ese momento John Daniel, deseaba comentarle a Juan, su decisión, su determinación, quería gritar, desahogarse, ante él, quería renunciar a un trabajo interesante, que debido a la impericia de su jefe se convertía en mediocre, pesado, opaco, sin disfrute ninguno. Juan ya le había indicado al mesonero que le sirviera su cerveza, y una vez, la tuvo en frente, apuro un sorbo largo, quería prepararse para captar la noticia que su amigo le iba a transmitir.  

   Juan escuchó atentamente John, no lo interrumpió, la expresión y la frustración de John Daniel lo transmitían todo, su malestar fue captado directamente por su amigo Juan, pero una vez escuchado a John, continuaba una nueva escena, donde Juan era el portavoz, donde iba a actuar de alter ego de John, Juan comenzando su segundo cerveza mientras comentaba a su amigo lo que iba a pasar con su familia, Juan sabía que el único ingreso de la familia era el que proporcionaba el trabajo de John, es entonces cuando ese público, en ese momento virtual, parece tan presente, como si estuviera en el sitio, Juan recordaba los dos hijos pequeños de John. La actuación de Juan, para realizar esa escena que en ese momento le tocaba representar se tornaba sumamente difícil, era sin duda alguna una situación delicada, Juan entendía la preparación de John Daniel, sabía perfectamente que estaba capacitado, para que asumir la jefatura de su departamento, sin embargo, su desempeño en esa escena, le exigía que aconsejara a su amigo, sentía que debía explicarle a su amigo que debía hacer a un lado su frustración hasta tanto no tuviera otra oferta de trabajo, Juan sabía que tenía que convencer a su amigo de no renunciar.  

    Con la séptima cerveza en su cuenta, John Daniel, escuchaba atentamente, las razones que le daba su amigo para no abandonar su trabajo, el último terminó de exponer sus razones, y John, después de agradecerle su preocupación, le prometió que consideraría sus consejos y recomendaciones, luego de esto ambos se marcharon.    

  John llegó a su casa, en ese momento se inicia otra escena en el teatro de su vida, saludó a su esposa y se dirigió al cuarto de sus dos pequeños, debido a la hora, la noche estaba avanzada, ya los pequeños dormían, los observó con toda la ternura que un padre puede transmitir, en ese momento, repentinamente, comprendía porque algunos de sus amigos permanecían atados a sus trabajos aunque se sintieran mal, frustrados, oprimidos, el deber y la obligación con sus seres queridos podía borrar todos los males, permaneció un buen rato en el cuarto de sus pequeños, ese momento parecía que el tiempo se detenía, que la noche no avanzaba más.    

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   Una vez recuperado de la emoción de observar a sus pequeños, John sentía que sus pensamientos se entremezclaban, pensaba en la conversación con Juan, en su familia, también su ego entraba en juego, consideraba que era capaz de obtener un buen trabajo en cualquier momento, en ese instante la escena se convertía en un monologo, era él, consigo mismo, no quería sentir que era un cobarde, pero tampoco quería comportarse como un ser egoísta, no quería que ni siquiera por un breve tiempo, su familia, pudiese sentir la desesperación de sentirse desamparada porque el pudiese estar un tiempo sin trabajo.  

  La vida realmente es una obra difícil de escribir, John Daniel se retira a su estudio, un pequeño espacio de su casa donde suele apartarse a meditar, observa su computador y como impulsado por un resorte, salta hasta la silla que está enfrente de la máquina y sin mucho preámbulo, comienza a escribir su carta de renuncia, ya no medita, no razona, pareciera que es una reacción instintiva que no puede controlar es una actuación de una escena donde el actor improvisa deliberadamente, sin ninguna preparación.    

  Una vez terminado el documento, lo imprime y lo coloca en su maletín que siempre lo acompaña a la oficina, ya cansado, el sueño le indica que la escena final ha llegado, esta escena es el momento de dormir y hay que ejecutarla ya.  

   Al día siguiente, John Daniel comenzará a interpretar su obra de vida nuevamente, actuará en las escenas que el teatro de la vida le pida desempeñar, se dirigirá a su trabajo, sentirá las incomodidades que su jefe le trasmite, pensará en su familia, también que no es un cobarde, observará y quizás intente entregar su carta de renuncia, pensará que hay muchas cosas que puede emprender, pero el teatro de la vida misma le permitirá escoger la próxima escena que interpretará.   

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