El mito revolucionario

Reciban mis saludos, amigos en Steemit.

En esta oportunidad hago entrega de la tercera parte de mis publicaciones sobre las visiones míticas. En el post anterior de esta serie, “El origen de las fantasías igualitarias”, toqué el tema del mito del Reino Feliz; hoy vuelvo a ese mito fundamental, desde su uso político.

Con el mito revolucionario se busca una reacción estereotipada de la gente, una forma ritual de comportamiento.

El rito es el componente conductual del mito. La repetición, el rito, tiene un sentido ejemplar, imitar el comportamiento arquetípico, para restituir al mundo a su forma ideal, o sea, hacer cumplir la visión mítica.

El comportamiento signado por el mito del Eterno Retorno, del Reino Feliz, del Reino Final, formas diferentes de nombrarlo, puede leerse, también, como una conducta rebelde ante las comprensiones lineales o dogmáticas de la historia.
Hegel afirmaba que en la naturaleza las cosas se repiten hasta lo infinito y que “no hay nada nuevo bajo el sol”

Espero que este tema, que toca, desde mi punto de vista, la realidad actual venezolana, pueda servir para entendernos, como pueblo. También espero que les interese.


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El mito revolucionario

El ideal de modernidad, proporciona una visión lineal de la historia. De acuerdo con ello se cree que los hombres finalmente han concretado un sentido de trascendencia que, analizado detenidamente, se corresponde con la forma mítica por excelencia, persistente en la historia de la humanidad: el Mito del Reino Final.

El Mito del Reino Final se resume en la idea de la existencia de una lucha de antagónicos, por un lado el bien, al otro lado el mal. El resultado de esta lucha resolvería la contradicción radical entre la esencia humana y su existencia infrahumana.

La forma que toma el ideal moderno expresa la esperanza del reencuentro con un tiempo de reconciliación donde, finalmente, se torne innecesaria la batalla entre la justicia y la injusticia. Emerge, con este sustrato discursivo, una ideología política que renueva la necesidad del mito.

La visión marxista, por ejemplo, plantea que antes de alcanzar el mundo ideal debe producirse una lucha, una lucha revolucionaria, que actúe, según palabras de Federico Engels, “como partera de la historia”. Con el proletariado, como motor, se avanzará hacia la recuperación de un tiempo perdido, la unión del hombre con la naturaleza, el comunismo:
En su libro “Para luchar contra el hambre” León Troski plantea:

"…nosotros decimos que en este mundo hemos de crear un paraíso real. No podemos perder de vista ni por un momento nuestro gran ideal, el más bello de todos a los que aspira la humanidad. Lo más bello, lo más noble que se contiene en las antiguas religiones y en la doctrina de Cristo, esta encarnado en nuestra doctrina del socialismo"

En esta cita queda plenamente representada la idea milenarista de la instauración del reino de Dios en la tierra, aunque se asuma que este cambio no estará motorizado por planes providenciales, sino por las leyes económicas. Los redentores no serán más los dioses ni los reyes, sino una clase obrera que construirá, mediante el sacrificio y el heroísmo, el establecimiento de la paz, la hermandad y la igualdad en el mundo entero. Es una visión optimista que manifiesta la esperanza de que este mundo injusto se resquebraja, que en un breve tiempo será destruido; las "fuerzas malignas" serán vencidas y los "buenos" triunfarán.

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El optimismo básico del mito revolucionario, puede analizarse desde dos vertientes. Por un lado está la idea escatológica, concepto que estudia el destino último y final del hombre y del universo: Un cataclismo universal acabará milagrosamente con las intolerables injusticias presentes y propiciará el surgimiento de una nueva era en un mundo renovado, justo y feliz. Con el advenimiento de ese mundo se acabará la sucesión de las edades y se instaurará finalmente la edad de la felicidad definitiva: la inmortalidad y la eternidad sustituirán al devenir y a la muerte.

A la espera de ese tiempo feliz se le ha llamado “milenarismo”, este es el segundo aspecto.
Asociado a creencias religiosas, el milenarismo es la idea de que Cristo regresara en un tiempo asociado a los inicios de siglo. Desde el comportamiento político, el milenarismo es la creencia en la posibilidad de la transformación de este mundo para lograr reivindicaciones en la colectividad.

Para que la promesa milenarista tome cuerpo son necesarios tres elementos indispensables: Una colectividad descontenta u oprimida, la esperanza de la figura de un emisario divino y la creencia en un paraíso que debe ser, al mismo tiempo, sagrado y profano.

La idea del advenimiento del tiempo feliz no es, en absoluto, nueva. Los teóricos sociales encuentra una gran variedad de movimientos milenaristas en la Europa medieval. Desde "espirituales franciscanos", rigurosos ascetas que procedían de familias nobles y de mercaderes, que renunciaron a sus riquezas para hacerse más pobres que los mendigos, en espera de una era del espíritu en la que la humanidad se uniría en oración, en contemplación mística y en pobreza voluntaria, hasta movimientos que se desarrollaron entre los desposeídos de las ciudades y los campos, personas que vivían en extrema inseguridad y carencias.

Estos pobres no crearon su fe milenarista, sino que la recibieron de presuntos profetas y mesías, quienes tomaron sus ideas desde las fuentes más diversas.
Algunas de las ideas milenarias provenían de los judíos y de los primitivos cristianos, otras tenían su origen en San Joaquín de Fiore, abad del siglo XII, mientras que otras estaban relacionadas con los místicos herméticos


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La diferente procedencia religiosa no fue obstáculo para que los sectores de la pobreza fuesen convencidos de participar en movimientos, que se organizaron entre el siglo XI hasta el siglo XVI, para mejorar sus condiciones de vida. Las características de estos movimientos sociales hacen pensar que fueron auténticos precursores de los grandes movimientos revolucionarios del siglo XX.

La aparición del marxismo se debe precisamente a la presencia del Mito de la Revolución, representado como un acto de violencia que permite un replanteamiento de la historia universal, esto supondría una transformación total del ámbito histórico social que se conformaría como un mecanismo de salvación, (salvación que es imposible eludir porque se trata de un imperativo histórico) como un salto brusco en la historia, que permite obviar el largo proceso histórico, que sería necesario para pasar de una etapa a otra. El mito revolucionario está sustentado, de esta manera, sobre la idea de un ajuste definitivo entre la justicia y la injusticia.

La formulación del mito revolucionario va acompañada de un sentimiento popular. Aunque el marxismo está revestido con una cobertura racional, se utiliza el calificativo " científico" para separarlo y contraponerlo a las ideas religiosas. Esta dirigido a captar adeptos, los más pobres, que pudieran necesitar la idea revolucionaria.

La escatología revolucionaria tiene la siguiente forma:

El mundo está dominado por un poder maligno y tiránico, diabólico, los sufrimientos de sus víctimas son cada día más insoportables, entonces los santos, los elegidos por Dios, se levantarán y acabarán con ese poder, heredarán el dominio sobre la tierra y culminará la historia. Este reino de los santos sobrepasará en gloria a todos los anteriores y no tendrá sucesor.

De esta manera el mito revolucionario, también llamado mito del reino de los últimos días, ha influido en la interpretación de los acontecimientos, de las personalidades políticas, así como en la forma de entender los conflictos. La idea del final de una época ha sido enarbolado por los radicales políticos, por los revolucionarios teológicos, por los que se llaman a sí mismos salvadores para acceder al favor de los desdichados, a la adhesión de los desposeídos.

A medida que las tensiones sociales evidencian esta necesidad de protección, aparece, en algún lugar del sector radical, un “propheta” con sus seguidores pobres, que intenta convertir los alzamientos concretos en una batalla apocalíptica, en la purificación final del mundo.


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A lo largo de los siglos las figuras de los profetas se han modificado, se les ha adjudicado la forma de dioses vivientes, emperadores de los últimos días, profetas y precursores de Cristo, etc.
Con el mesías, salvador, o profeta, surge un grupo nuevo de gente, infatigable y de una brutalidad extrema, que se sitúa por encima del resto de la humanidad, desconociendo cualquier derecho, que no sean aquellos que compartan con su propia misión.
Las expectativas milenaristas siempre fallan y dejan a los practicantes con una serie de comportamientos radicales, que necesitan ir conciliando con una realidad indefinida en la vida presente y que, a la larga, modifican los senderos de la historia humana.

Me interesa saber de sus impresiones sobre el tema y la forma como entienden las luchas revolucionarias.

Gracias por leerme, hasta un próximo post.
Si te ha interesado el tema puedes leer mis entradas anteriores en :
@gracielaacevedo/el-origen-de-las-fantasias-igualitarias

@gracielaacevedo/9ubff-el-mito-como-estructura-narrativa-reflejo-del-orden-social

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