Humberto Orsini, un padre, un hombre de luz, de vida

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Siempre tuve la idea de escribir un texto como éste y que sirviera como un aporte a un ensayo mayor o una investigación que se actualizara de acuerdo a nuevos logros y nuevas experiencias. Pero no, la vida tiene un cauce y como dice Alan Parson en su canción, “El tiempo fluye como un río” y la vida misma hizo que ahora se convirtiera en una reseña histórica.

Humberto Orsini


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El pasado 26 de octubre me tocó presenciar el momento en que en el cuerpo de mi papá se extinguía la luz de la vida, los dos tomados de la mano, rodeados de médicos que poco podían hacer y de equipos médicos que disminuían rápidamente el ritmo de su sonido. Fue en ese momento que me di cuenta que “eso” podía pasar y pasó.

Decir que tuve el mejor papá, es un lugar común, que siempre será bienvenido de parte de cualquier hijo agradecido. Y uno siempre querrá que los demás entiendan que eso es verdad, porque siempre será verdad para uno. Para sustentar mi tesis, les cuento quién fue él.

Empezando a la inversa

Quizá esta narración debería comenzar por el principio, como toda historia bien contada, pero me gusta más la idea de empezar desde el último momento hasta el primero, porque el presente (reciente, que ya es pasado) está mucho más fresco en mi memoria.

Antes de ese último instante con él, yo pasé (y así el resto de la familia) más de dos años extrañándolo porque en agosto de 2015, recibió un golpe en la cabeza que le borró los innumerables recuerdos de una vida dedicada a la familia, a la docencia, al teatro, a la lucha política, en fin, a la vida. Dos años donde repentinamente recordaba que Prokofiev era enrevesado, que Bertolt Brecht tenía la visión más clara del teatro, que Román Chalbaud era el mejor director de cine de Venezuela, que Pablo Neruda era el más grande poeta de todos los tiempos. Pero muchas veces no recordaba quien era yo y me pedía que me llamara. Días en que él sabía que algo no estaba bien, pero no sabía cómo enfrentarlo, no lograba entenderlo.

Sus últimos instantes de conciencia los tuvo en medio de los espacios donde desarrollaba su inquieta y fructífera labor, entre los espacios de la Universidad Experimental de las Artes - UNEARTE (donde realizaba su trabajo docente, el área de los museos, donde siempre nos llevó desde niños a mi hermana y a mí, y la Feria del Libro, donde siempre era un fiel activista, como lector, como escritor, como público y como ponente. En medio de ese ir y venir sufrió el golpe que cambió no solo el rumbo de su vida, sino el de todos nosotros. Un golpe que se dio, según quienes estuvieron más cerca, al tener una caída, pero que según el análisis que yo pude hacer, le fue dado por alguien más, posiblemente para robarle un maletín de los que usualmente se usan para las PC portátiles, pero que él usaba para los papeles que escribía con los detalles de todos sus proyectos. Y es que a los 89 años que tenía en ese momento, mi papá seguía desarrollando e impulsando nuevos proyectos, porque para él no había límites en la creación. Además la edad nunca fue un problema, porque él era “atemporal”, era como que la edad no tenía ninguna importancia en él y no surtía ningún efecto. Por eso siempre tuvo amigos de todas las edades y era ídolo entre sus jóvenes alumnos y gente de todas las edades.

El maestro

Sus últimos recuerdos claros fueron al lado de la Universidad que él vio nacer y que impulsaba cada día con sus nuevas propuestas, con sus análisis pedagógicos, con su llamada constante a la renovación al replanteamiento positivo, a una nueva concepción académica. La misma universidad que le dio el título de “Maestro Honorario”.

Y ese fue su más alto título académico, porque su vida no fue de escuelas, sino de vivencias. Vivencias profundas en una vida entregada al saber sin doctorados, pero minucioso, hurgando en lo más profundo del conocimiento teatral venezolano y mundial. Por eso brotan de sus manos libros como la “Antología de la dirección teatral” (2009), que se convirtió en una referencia obligatoria en esa materia; o “Sainetes de hoy con temas y estilos de ayer” (2008), un libro que recoge varias obras de teatro suyas, que apuntan al rescate del teatro auténticamente caraqueño. Pero más allá de sus propias creaciones, Humberto siempre fue un promotor de las grandes obras de otros autores, por eso una de sus tareas de vida fue la de impulsar publicaciones de todo tipo vinculadas al teatro, incluyendo la revista Teatron, que fue el órgano divulgativo del Instituto Universitario de Teatro (IUDET), libros y folletos de toda índole. Empezó con eso en los años 60 desde la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Esa tarea la llevó a cabo en todos los frentes que estuvo, como el caso del Centro Venezolano del Instituto Internacional de Teatro (ITI-UNESCO), desde donde dio un impulso a las publicaciones regulares sobre teatro venezolano.

En 1995 recibió el Premio Nacional de Teatro, el máximo reconocimiento que se da en este país, en las artes. Pero su labor no se limitó a Venezuela y es así como hizo del ITI una trinchera de lucha y reivindicaciones para el teatro de los países del tercer mundo, Comisión ésta que él presidió por varios años, más allá de toda la actividad que realizó en ese organismo internacional, trabajo por el cual ese mismo año le encargaron escribir el mensaje para el Día Internacional del Teatro. Este honor lo tuvieron antes que mi papá, entre otros: Arthur Miller, Laurence Olivier, Helene Weigel (Esposa de Brecht), Dimitri Shostakovich, Pablo Neruda, Eugène Ionesco, Wole Soyinka, Antonio Gala y muchos más. Ese texto fue traducido a más de treinta idiomas y fue leído en los teatros de 128 países el 27 de marzo de 1995, antes de dar inicio a las funciones.

Es un mensaje extraordinario que sigue vigente y del cual recomiendo su lectura. http://www.world-theatre-day.org/humberto_orsini.html

El hombre


Foto familiar. Grupo "Máscaras"

Humberto Orsini fue un hombre universal, como dicen muchos (sin entender lo que dicen), un ciudadano del mundo. Y por eso pudo tan bien comprender, conocer y transmitir sus vivencias mientras se desempeñó como corresponsal en Alemania y la Unión Soviética desde 1969 hasta 1975. Época en la que profundizó en los conocimientos del teatro universal y la cultura europea, vinculado de manera directa a los centros de creación teatral más importantes del mundo.

Pero esas ansias por conocer empezaron mucho antes, cuando decidió dejar a un lado un promisorio trabajo de oficina para irse a recorrer el mundo teatral. Un viaje en 1958, donde conoció a los más importantes creadores de la época y entró en contacto con las nuevas tendencias estéticas. De ese viaje quedó una muestra fehaciente de su capacidad organizativa y su abnegación por el orden y la investigación rigurosa: una agenda donde describe cada paso de su recorrido, cada encuentro, cada conversación con artistas y directores teatrales, su apreciación de cada montaje visto, así como del recorrido, gastos y todos los detalles imaginables. Ese estilo metódico lo conservó hasta sus últimos días (Esta agenda es digna de convertirse en un libro de difusión masiva).

De ese viaje fue que regresó a revolucionar el teatro en Venezuela, con todas las nuevas propuestas y planteamientos, con la creación del grupo de teatro que dividió en dos la historia teatral de este país, el grupo “Máscaras” junto a César Rengifo y otra decena de creadores de vanguardia (entre ellos también, quien se convirtió en mi mamá, la actriz Malú del Carmen) y posteriormente con la obra que marcó un hito en el teatro de nuestro país “La Otra Historia de Hamlet”, un espectáculo multimedia sobre la obra de Shakespeare, que planteó nuevas vías al teatro nacional.



Foto familiar publicada en muchos sitios. Humberto durante un ensayo de "La otra historia de Hamlet"

Para esa “menuda tarea” fue que dejó una carrera promisoria en el campo petrolero, como “joven gerente con potencial” de la Creole Petroleum Corporation. Trabajo este que lo llevó a la capital, a Caracas, y al que pudo acceder luego de “convertirse en hombre” atendiendo una pulpería (tienda de víveres y suministros), pues su padrino, que fue el responsable de educarlo, pensó que esa era la mejor manera de prepararlo para la vida, y así desde los 7 años de edad fue el encargado de manejar completamente el negocio, incluyendo la compra - venta de toda la mercancía, despachar y manejar las finanzas de la pequeña tienda.


Foto familiar. Humberto a los 6 años de edad

Fue en ese entorno, en Ciudad Bolívar, donde estudió hasta el cuarto grado de primaria, donde aprovechó para hacer su debut como actor, haciendo el papel de un borrachito, que cantaba y tocaba el cuatro. Pero allí mismo fue donde, años más tarde, escribió también su primera obra “El Conde Luna” inspirado en las películas y obras de teatro que veían en la plaza de toros del pueblo, donde tuvo sus primeros contactos con el arte dramático.

Parte de una familia de 11 hermanos, Humberto nació el 4 de mayo de 1926 en el pueblo de Santa Cruz de Orinoco, en una casa que llevaba por nombre “El Volcán”.

Rasgos

  • El altruismo. Es que el egoísmo fue una palabra ajena a toda su vida y por eso, como el mejor ejemplo de ello, es que fue el más perseverante difusor de la obra de César Rengifo, hasta contribuir a llevarlo al sitial que tiene hoy en día este dramaturgo y artista plástico venezolano.

  • Humanismo. Sus fundamentos éticos y estéticos, así como su visión política y filosófica estaba guiada por los sentimientos más puros hacia el ser humano, como parte de un medio social, el hombre como parte del colectivo y el ser humano como el centro de toda visión y como motor de la historia.

  • Dedicación. Pero en este caso la dedicación no implica la desatención de otros asuntos. Su dedicación era la forma de entregarse a las cosas en que creía y que amaba. Por eso su papel en cada uno de los frentes que se desempeño dejó una profunda huella, porque cada cosa era hecha con el máximo empeño, profesionalismo, pasión y se mantuvo firme durante toda su vida en todo lo que emprendió.

Pareciera que me emocioné más de la cuenta contando algunos aspectos profesionales y que quedaron por fuera aspectos más personales, temas de los cuales debiera hablar un hijo, pero no.

En tiempos que los profesores de teatro (y de las artes en general) consideraban la educación como un proceso rígido, de exigencia, maltrato y castigo, él empezó a plantear el acercamiento y el aprendizaje de parte y parte (él siempre consideró que el que más aprendía durante sus clases era él mismo) y que se trataba de convertirse en un estímulo para el estudiante, un apoyo, un amigo. Pero es que eso era parte de sus principios humanistas que aplicaba en todos lados. Contar cómo era en el trabajo es contar cómo era en la casa. Un, amigo un consejero. Su principal diversión, después de llegar a casa en un intenso día de trabajo, era sentarse a tomar un trago o una copa de vino, acompañado de unos “quesitos” y ponerse a conversar sobre temas profundos con uno, sobre historia, arte, política, filosofía, música, literatura, etc.

Por algo toda su descendencia ha terminado metida en las artes.


Foto familiar publicada en muchos sitios y redes sociales. Ese soy yo bailando ska con mi papá

A pesar de el tiempo que le ocupaban todos los proyectos que tenía en desarrollo, siempre encontraba el tiempo para llevar a toda la familia a comer a un restaurante, a la playa, al teleférico, a una obra de teatro, al circo. Siempre tenía tiempo para ir nuestras actividades, las de los hijos y la de los nietos. Siempre encontraba la manera de atender, visitar y cuidar a todas sus hermanas. Y siempre estaba pendiente de la situación de cada uno de nosotros y de las necesidades que pudiéramos tener para procurarle solución o prestar su apoyo.

Mi hermana Hely y yo lo llamábamos Pipa, el inverso de "Papi" (papá). Pero luego los nietos comenzaron a llamarlo de esta manera también, y luego los amigos de ellos, y muchos de la familia, hasta que finalmente se convirtió en el Señor Pipa para mucha gente.

Pipa, mi papá, Humberto Orsini, fue siempre el mismo, en todas partes el mismo, con plena confianza y seguridad en sí mismo, sinónimo de alegría y baile en todo momento, amigo, solidario.

Hoy 26 de abril, se cumplen 6 meses de su partida, pero ya viene el 4 de mayo, que fue el día que sus ojos vieron la luz y ese es el día a celebrar y a recordar, porque mi papá, Humberto Orsini, fue un hombre de luz, de vida y solo se le puede recordar de esa manera: bonito, vivo y positivo.


Foto familiar. Mi papá y mi mamá en una obra en los años 50


Foto familiar. Unos días antes de recibir el golpeestuvo dando una charla junto a mis hijos sobre César Rengifo, en la Feria del Libro Caracas 2015.



Foto familiar. Un típico paseo familiar organizado por él.

Epílogo Post Data 1

Al día siguiente de yo publicar la versión en inglés de este post, me llamaron para recibir la "Orden de la Cultura", que le sería entregada post mortem a mi papá, en la inauguración del Festival Internacional de Teatro Caracas (FITCAR 2018), ya que el festival está dedicado a él. Tuve el inmenso honor de recibir ese reconocimiento de manos del ministro de la Cultura, Ernesto Villegas.

Epilogo Post Data 2

El mismo día que recibí la condecoración, mi mamá, la actriz Malú del Carmen, se enfermó y el día 30 de abril a las 7:30 de la mañana, se fue siguiendo los pasos de quien fue su esposo por más de 60 años.


Foto familiar subida a varios sitios y redes sociales


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