🧑🏻‍💻 LUNES DE ESCRITURA - EL DESPERTAR DE NARCIZO // Club5050 🧑🏻‍💻

¡Qué ojos tan hermosos tengo! - Se dijo Narrcizo mientras contemplaba su reflejo a orillas de un pozo. ¡Mi boca es tan bella, tan comedida y proporcionada, tan bien hecha, en una sola palabra, que más parece esculpida por un ángel! - Continuó diciéndose a sí mismo, mientras el mundo entero discurría a su diestra. ¿Y qué decir de mi nariz, es simplemente un ejemplo de perfección! Me amo, me amo y no siento vergüenza por ello. ¿Por qué abría de sentirla? ¿A caso las flores se avergüenzan de su esplendor? Más que vergüenza, sienten orgullo, y se yerguen victoriosas, altivas, ajenas a la tierra. Así me siento yo: ajeno a todo; porque la belleza es una cosa que no pertenece del todo a este mundo vulgar y empobrecido. - Continuó con su soliloquio mental, cada vez más fervoroso, cada vez más enamorado de sí mismo.

Cada mañana Narciso se sentaba a orillas del pozo a contemplarse. Pasaba horas enteras repasando sus facciones, alabando cada pestaña, el azul inalcanzable de sus ojos, sus turgentes labios color carmesí, su tez pálida y libre de impurezas. Pero un día las palabras sobraron, porque las palabras cesan frente a lo verdaderamente hermoso. Ciertamente, Narcizo era hermoso, el más hermoso entre todos los hombres. A partir de entonces su mirada se volvió silenciosa y profunda, un acto de meditación. Ya no se dedicaba a alabarse o a confirmar mil veces su simetría, sino a naufragar en el misterio de su hermosura. Solo descansaba para comer y dormir, y, aún así, mientras realizaba estas tareas - vulgares ante sus ojos, imaginaba a su reflejo mirándolo desde la fría profundidad del pozo, amándolo con el mismo fervor con el que él se amaba.

Hubiera podido vivir así por el resto de su vida, pero una mañana, mientras estaba completamente ebrio de su belleza, sucedió algo que lo cambió todo. Fue un descubrimiento, una especie de revelación brutal y despiadada: Un minúsculo y platinado destello relucía entre sus caballos cobrizos. Al principio no prestó mucha atención al asunto e intentó desaparecer de nuevo en su contemplación. Pero el destello persistía, cada vez más impetuoso, más descarado y evidente, anclado a su abundante cabellera. Era imposible no percatarse de aquel inusual fenómeno, pues, de tanto observar su rostro había memorizado cada detalle.

Entonces Narcizo enfocó la mirada, y un rayo frío le atravesó el cuerpo. Había descubierto lo que para él representaba el preludio a la destrucción de su única certeza: una cana. Una sucia cana estaba profanado su ondulada y rutilante cabellera. Por primera vez Narcizo siento miedo. En ese instante descubrió que todo aquello que lo enorgullecía y lo hacia sentir divino estaba apunto de desaparecer irremediablemente. Era cuestión de tiempo para que perdería la lozanía, el esplendor, la tibieza, para que las arrugas marcaran su rosto apolíneo hasta reducirlo a un conjunto de rasgos desproporcionados y grotescos.

Pero Narcizo no se daría por vencido, había que preservar su belleza ahora que había tiempo. Estaba aterrado y confundido. ¿Por qué recibir semejante regalo de la naturaleza si al final lo perdería inexpugnablemente? ¿Por qué la vida es tan cruel con los hombres como para brindarnos el goce de la vitalidad y la juventud para luego hacerlos testigos de su decadencia? ¡Era algo inaceptable ante sus ojos! La vejez no es nada para lo que feo y común, pero para él, que era el ser más precioso sobre la faz de la Tierra, era sencillamente la peor de las humillaciones. Narcizo, en un solo instante, pasó de sentirse el más afortunado de los hombres, al más infeliz y desgraciado.

Esa primera cana la había hecho comprender que nada en este mundo dura para siempre, y mucho menos las cosas bellas, pues, siempre están sujetas a ser corrompidas. Se lamento amargamente, se sintió estafado, víctima de la creación. En ese momento entendió que esa cualidad de la que vanagloriaba, más que un regalo, era un maldición, una burla cínica, una vil mentira. Y que, dn esencia, las leyes que rigen a este mundo se fundamentaban en la crueldad, el absurdo y la ironía. Ahora todo parecía una comedia en la que él había sido el motivo de risa y señalamiento.

Solo había una manera de preservar su dignidad: morir. Porque únicamente la muerte mantiene las cosas intactas, por encima del tiempo y la monstruosa vejez. Lo que muere se vuelve eterno. Lo que muere permanece inalterable a los ojos del mundo; y, en algunos casos, se sublima. Así, el asesino, al morir, se convierte, de pronto, en un buen samaritano, quedando libre de culpas y recliminaciones; y el hombre bueno alcanza las alturas de la sanidad y el heroísmo. Si Narcizo quería ser recordado como el ser más hermoso, debía abandonar esta mundo lo antes posible. Era un precio justo. No podía traicionarse así mismo. Irónicamente morir era la única forma de frenar las ruedas de su infame destino. Para él, verse viejo y deforme era peor que saberse muerto.

Narcizo dejó de mirar a su reflejo por un instante, y cuando levantó la mirada, descubrió que estaba solo, completamente solo. Estaba a punto de marcharse cuando se detuvo: no podía morir sin despedirse de su inseparable compañero: su reflejo. Así que volvió a agachar la mirada, y cuando lo hizo, le pareció que gruesas lágrimas rodaban desde las mejillas de aquella hermosa imagen que lo miraba fijamente desde la superficie del agua cristalina. De pronto su reflejo comenzó a desfigurarse hasta convertirse en un anciano decrépito y horrible. Narzico siento mucho miedo y compasión, y gruesas lágrimas también cayeron desde sus mejillas. Entonces, como si de un acto de amor puro se tratara, se dejó caer a las frías profundidades del pozo.

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