Lunes que parecen domingos.
Martes que le siguen y parecen el mismo día.
Un círculo interminable de días
que solo me recuerdan al domingo en que te fuiste,
en que te arrebataron la vida.
Sin aviso, sin despedida,
sin siquiera un abrazo que no logré darte,
por mi absurda sandez
de creer que te vería después.
Que el tiempo es eso,
lleno de ‘‘más tardes’’ y ‘‘no puedo’’
lleno de mañanas o semanas que vienen luego.
La realidad es la vida efímera
que se escapa como ratones por agujeros.
No creo que haya mayor dolor, que el de mi pecho al mirarte.
Ahí acostado, casi dormido, sin poder despertarte.
Cientos de venezolanos mueren a diario en manos de la delincuencia, desgraciadamente esta vez me tocó vivirlo en carne propia. Se me rompe el alma al escribir estas líneas y no encuentro mejor desahogo, que desgastar los dedos sobre el teclado. Aprendamos a perdonar, abrazar, y a despedirnos; así sea parte de la rutina. Quizás luego sea muy tarde.
El texto y la foto son de mi autoría.
La foto fue tomada con un s4 mini.
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