Cristina
Observo lo que hay a mi alrededor. Parece una habitación de algún hotel de lujo, o quizás de una mansión o de un prostíbulo de alta categoría. Bueno, quien me haya comprado no cabía duda que era alguien muy poderoso del bajo mundo o un empresario con nexos torcidos con ese ambiente; tomando en cuenta ese punto, mi mente empieza a barajar opciones.
Lo primero que se me ocurre es rezar para que ese momento nunca llegue o que al menos haya alguna suerte de Liam Neeson en mi busca.
Sin embargo, me veo obligada a descartarlo.
No es que sea atea. Creo en Dios, tengo fe en él, aunque esa fe sea poca. Simplemente... Simplemente creo que este no es momento de rezar, sino de actuar. Quizás Dios mismo habrá escrito en el volumen número 826472 cómo iba a terminar mi vida pero confío, y hasta cierto punto me consuela, que el crimen que estén a punto de cometer contra mí será castigado en el infierno.
Cierro los ojos ante la tentadora idea de morir por mi propia mano. Quizás si contengo la respiración... Moriría tranquila.
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Charles
Cuando entré con Domink a la habitación, la vi. De cabello negro, complexión delgada, y con tan solo un panty, la chica estaba sentada, quizás ignorando nuestra presencia. Parecía estar dormida, quizás cansada de estar luchando por desatarse.
-Ahí tienes tu regalo, amigo mío: Una virgen.
-¿Virgen? Creí que era una puta experimentada.
-Y lo será después de esta noche.
La miré nuevamente. Ahora ella nos estaba mirando fijamente sin miedo, sin lágrimas. Ni siquiera expresaba un intento de súplica a que la dejaran ir bajo mil promesas.
Era como si supiera lo que le iba a pasar.Me volví hacia Domink con la intención de rechazar su regalo, pero éste se había largado. "Maldito cabrón", pensé irritado mientras me acercaba a la chica, quien no me quitaba la mirada de encima, siempre vigilante ante mis movimientos.
Cuando me senté en la cama, toqué una de sus piernas. Ella no se inmutó; estaba tan quieta como una estatua.
Estaba intrigado con esa actitud suya. Intrigado e inquieto."Esto no me gusta nada", pensé mientras le quitaba el pañuelo de la boca con la intención de besarla.
-¡Mierda! - exclamé mientras sacaba de mi pantalón un cuchillo y le cortaba las cuerdas cuando noté que su rostro se estaba volviendo morado. ¡La idiota estaba intentando suicidarse! -¡No hagas eso!
Ella me ignoró. Continuó conteniendo la respiración. Por lo visto estaba dispuesta a morir antes que ser desvirgada por mí o por cualquier infeliz, así que la jalé en pos de mí y la puse bocabajo con uno de sus brazos estirado y con mi pie en su espalda.
-¡Suéltalo! - le ordené.
Ella se negó. Continué estirando su brazo y ella continuaba negándose. Su rostro ya se estaba volviendo rojo. Sus ojos estaban cerrados, dejando caer algunas lágrimas.
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