En una de mis composiciones más recientes digo que
Somos un lienzo pintado por nuestra vivencias
Melodía que se vuelve canción al compás de mi andar
Estoy convencido de que el mundo funciona así. Cada experiencia que vivimos en nuestro día a día nos marca y deja sus trazos en nosotros, en mayor o menor grado.
Un tiempo atrás
En 1995 mi situación económica se tornó bastante deplorable y me vi en la necesidad de empezar a cantar y tocar en bares y restaurantes. Hasta ese momento no me había planteado ser solista, ya que profesionalmente solo había trabajado como parte de grupos. Por esa razón tampoco me había puesto a analizar qué nombre debía usar, mi nombre real, nombre artístico o un apodo. Así que empecé a usar mi propio nombre Ylich (nombre ruso), uno que no es muy común en América Latina y cuya pronunciación no le resulta muy fácil a muchos latinos.
He tenido el enorme privilegio de trabajar casi toda mi vida con una de los mejores cantantes del mundo: mi hermana y su nombre es Hely (@helyorsini), otro nombre poco usual.
Cuando yo empecé a cantar de noche, ella ya tenía tiempo haciendo ese trabajo, por lo que ya era bien conocida en ese ambiente.
Dado que en español la “h” es muda, la pronunciación de su nombre es “Eli”, así que cuando la gente se refería a nosotros, mezclaban ambos nombres, diciendo “Ili”, “Eilich”, “Elich” e incluso “ nombres como “Uli”, “Olich”, etc. Esto de manera indistinta para referirse a ella o a mí. Casi siempre sabían que lo estaban diciendo mal, pero les costaba recordar cómo era y pronunciarlo correctamente.
Hablando extranjero
En el año 2000 yo estaba trabajando en La Taberna El Greco, un restaurant en Caracas con música en vivo. Una noche llegaron unos amigos míos extranjeros a pasar un rato allá. Durante mi descanso me senté un rato con ellos y comenzamos a conversar. Al rato me doy cuenta que los mesoneros tenían un comportamiento extraño. Venía uno tras otro, cuchicheaban entre ellos. De repente vino uno de ellos, el más dicharachero, empezó a escuchar nuestra conversación y emocionado y a todo volumen dijo: ¡es verdad, él habla ruso, es ruso! Por supuesto, esa indiscreción generó una risa general. A partir de ese momento, ellos empezaron a llamarme “El Ruso”.
Pero ese día me di cuenta que también el público allí presente tuvo un acercamiento hacia mí, con una actitud más espontánea y confiada: ”Ruso, puedes tocar una salsa”, “Ruso, me puedes complacer con tal canción”, “Ven acá Ruso, vamos a tomarnos un trago”, etc.
Entonces decidí usar eso como mi apodo y el efecto era el mismo todo el tiempo y en todas partes. Así, hasta que al final tomé la decisión de usarlo también para mi nuevo proyecto, donde seré simplemente “Ylich El Ruso”.
El porqué mi Nuevo proyecto se sustenta en canciones rusas es otra historia que te contaré próximamente.
Volviendo al inicio de esta publicación, puedes ver cómo un acontecimiento tan sencillo como este, puede producir cambios en tu vida. Por eso debemos saber valorar todas las cosas que nos pasan cada día.
Epílogo
La parte más divertida de esta historia, es que mis amigos y yo no estábamos hablando ruso, sino alemán, ya que todos venían de Alemania, así que yo hoy podría haber sido perfectamente “El Alemán”.