El metro (subterráneo) caraqueño
en horas pico puede ser un zoológico que saca de cada uno de nosotros un instinto animal difícil de controlar. El hambre, el apuro y el caos de esta ciudad explota nuestro lado menos humano y comprensivo. No todo es malo, en serio no lo digo en tono pesimista, recalcar estos hechos son necesarios para arreglar de fondo nuestros problemas y empezar a convivir como hermanos.
Escribo este post inspirado por esta genial entrada: Nuevo Relato | Ocho estaciones: Un testimonio de una vulgaridad en el Metro de @otroindie que con sus ocurrencias y vivencias una tarde de ocho estaciones, me hizo recordar ciertas experiencias que yo también he vivido en el metro y aquí van las dos más memorables para mí:
Al post de @otroindie respondí:
Lo he vivido, he vivido los abusos de algunos usuarios en el metro,
yo soy de los que no se queda en silencio incómodo sino que algo dice en búsqueda de "justicia" o que se cumplan las reglas y ver quién tiene la razón. Siempre busco conciencia en un tono amable para recordar que somos humanos. Recuerdo una vez que una señora sentó a sus dos hijos (y ella incluida Y NI SIQUIERA QUE LOS NIÑOS ESTABAN EN SUS PIERNAS, NO, ocupaban dos puestos entre los tres) en un puesto azul (los puestos azules son para mayores de edad) el metro estaba full de gente, abarrotado y la señora no quería darle el puesto a una señora realmente mayor que estaba exigiendo su puesto de forma amigable, algo resignada (sabía que no le darían el puesto) pero igual lo exigía, la señora mayor no estaba buscando problema. La persona con la que yo estaba en ese viaje, inmediatamente me agarró el brazo cuando escuchamos el primer grito de la usurpadora para que no buscara pelea o dijera nada (qué bien me conocía). Eso no fue suficiente, en un tono calmado y tratando de ver a la usurpadora del puesto a los ojos (había mucha gente y era difícil establecer el contacto visual) le dije: "Vea arriba suyo (había una imagen de un deportista venezolano invitando a seguir las reglas), los puestos azules son exclusivos de discapacitados y personas mayores." A todo esto la señora acudió al viejo argumento de "no te metas en lo que no te importa/lo que no te corresponde". Yo seguí diciendo qué era lo correcto y que los niños fácilmente podían estar parados o sentarse en un solo puesto y la madre pararse. Hizo caso omiso a mis sugerencias y en un punto, la señora me respondió "¿si mis niños se caen tu me vas a pagar la clínica?" yo le respondí todo sassy porque esa fue una gota que derramó el vaso de mi paciencia debido a tanto egoísmo y estupidez junta: "No fui yo el que decidió tener hijos" Ahí el metro se convirtió en una especie de batalla de rap y varios se rieron e hicieron "UHHHHHH" (no sé cómo sentirme al respecto, Venezuela como país es un chiste andante).
Por suerte llegó mi parada y solté al bajar el clásico "por eso estamos como estamos" y es cierto, nuestras rutinas se componen de estos pequeños hechos que lo único que hacen es indicar cuán quebrados como sociedad estamos, cuánta separación/segmentación hay y más aún cuánta idea de "comunismo" podríamos tener inculcada, un comunismo de falsa humanidad, a pesar de que este sistema se regodea en ser humano. No se engañen, el comunismo vende publicidad. Es por ello que los primeros años vive, luego no, nadie come publicidad, con la publicidad no se construye. solo se promociona lo que se va a construir. Y el capitalismo no se queda atrás, este es también un sistema poco humano. Ambos, como clásicos extremos, destruyen la humanidad que hay en el país o lugar donde se apliqué a las masas. En uno te hacen ver la comida y el ideal como lo más importante, como vida, en el otro eres esclavo del dinero y poco se promueve la cohesión social al final de cuentas tu vida gira en torno solo a cuánto dinero haces, dinero que si bien te dará placeres pero no olvidemos que también es para comer, como el comunismo.
