Cristina
Tenía que hacer algo. Ellos en cualquier momento podrían derribar la puerta, ya que las fundas de las almohadas no iban a ser suficientes para detenerles.
Me volví hacia el tipo; éste trataba de sacar el cuchillo del hombro. Me dirigí hacia la ventana; podía ver la calle tenuemente iluminada. "¡Mierda, ¿qué hago?!", empecé a pensar con celeridad. Mis pensamientos, sin embargo, fueron interrumpidos al sentir como rodeaban mi cuello con un brazo y me obligaban a alejarme de la ventana.
Forcejeé con él. Luché con todas mis fuerzas. Al final, entendí que las opciones se reducían a una: La muerte.
-¡Aprétame más, imbécil! ¡Mátame!- le animé -¡Vamos, pendejo! ¡Ten los cojones para matarme, maricón!
La presión era cada vez más y más; mi voz poco a poco se iba, pero no era impedimento para animarle a que acabara conmigo. No obstante, él me soltó, dejándome caer en el suelo.
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Charles
Respiré de manera entrecortada.
Maldita perra desquiciada. Primero me clava con un cuchillo y luego me pide que le mate. No, definitivamente yo no iba a matarla. Para mi sorpresa, ella se rió. Se rió dirigiéndome una mirada de reproche y... ¿Tristeza?
Me vuelvo hacia la puerta. Los hombres de Domink estaban a un pelo de derribarla.
Decisiones... ¡Malditas decisiones!
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