LA MAGIA DEL CARNAVAL - ¡NO DEBE PERDERSE!


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Yo disfrazado de templario

Hoy me llegan recuerdos sobre los carnavales en mi infancia, de verdad que mucho fue lo que disfrutaba en estas épocas donde los más pequeños podíamos ser el personaje que queríamos o el que estuviera de moda.

Aunque en casa, la que siempre disponía de que disfrazarnos era mi mamá, yo podía querer ser un Superman y ella me disfrazaba de pirata, quería ser un robot y me disfrazaba de payaso, fui hasta Bam Bam, en fin, todo de acuerdo a la disponibilidad presupuestaria, pues se hacían los disfraces en casa.>

Eran días de paseo por los parques, las plazas, en el preescolar o ya en la escuela nos hacían fiesta en las salones, donde se compartía tortas, dulces, perro caliente o pizzas, los sanduchitos con el famoso untable de “carne” que mezclaban con mayonesa, la tizana que no podía faltar, que no es más que un coctel de todo tipo de frutas, lleva, patilla, piña, melón, lechoza, naranja, cambur, y mi mamá le agrega para darle un toque especial, canela, guayaba licuada (quitándole la semilla) y miel.

Recuerdo que siempre era curioso ver a otros disfrazados, y nos llevaban a ver las carrozas alegóricas en las principales avenidas de mi ciudad, donde se disfrutaba de ver temas de diferentes cuentos, de verdad que la imaginación volaba y todo el mundo ponía su creatividad al máximo para crear estos fabulosos carros que iban despacito, y desde ahí las comparsas lanzaban a la algarabía que se paraba de lado y lado a observar estas mágicas carrozas, papelillos, serpentinas, chupetas y caramelos.


Mi hermana y yo dizfrazado de payaso


Dizfrazado de pirata

Grandes y pequeños disfrutaban estos momentos, aunque a veces pienso que más los grandes que los pequeños, porque eran los primeros en abalanzarse hacia los caramelos y chucherías lanzadas.

Cuando uno llegaba a casa, no quería quitarse el disfraz, y eso era una pelea de mamá con nosotros para quitarnos el maquillaje que horas antes había puestos en nuestras caras, así como lavarnos y quitarnos de los cabellos los papelillos, la que más sufría era mi hermana por su largo cabello que se enredaba de nada por lo finito que lo tiene.

Yo pienso que estas tradiciones no deben perderse, pues llenan el espíritu de quienes vamos creciendo y es necesario que la magia del carnaval continúe en el corazón de grandes y pequeños, permitiendo ser el héroe o personaje de cuento que se quiere de pequeño.


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